Parte 1 Moscú: Introducción. - Bienvenido a mi patria.

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"Bienvenido a mi patria"

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"Bienvenido a mi patria"

Entre el basto follaje de los árboles de abedul. Los casquillos de las balas caen entre el moho y la tierra, ráfagas infernales cruzan por los costados del soldado quien corre alrededor a todo lo que dan sus piernas. El aroma de la pólvora cruza sus fosas nasales, haciéndolo toser, jadea fuertemente, buscando desesperadamente aire a más no poder. A pasos veloces los rojos avanzan con agilidad por la espesa neblina, pisando a veces pavimento y a veces tierra. Gruñen feroces como bestias, espetando ordenes voraces para acabar con el enemigo que se atrevió a entrar en su amada patria. El sudor corre por todo su cuerpo, un golpe de caballo atacaba su costado. Corriendo cuesta arriba.

El frio en aquella nación cruda y despiadada le oprimía el pecho, los pies se cansaban de correr por la nieve. Cuya superficie no era firme y dificultaba su escape.

Cuando los soldados comenzaron con el acorralamiento, buscando errar la retirada del intruso. Entonces el miedo calo en lo profundo de la mente del prófugo.

Las bayonetas ensangrentadas eran arrancadas de cadáveres enemigos, sacando pedazos de carne humana, rompiendo huesos y desgarrando órganos, dejando las gotas carmesí manchar la tierra con la espesa y caliente sangre, con un nuevo objetivo. La cabeza y el corazón de su enemigo.

El cabo de ojos grises, miembro de infantería. Tenaz y persistente. Hábil peleador, no se dio marcha atrás ante aquel intruso. Debía pelear, debía ganar, por él, por su amor, por su patria.

Solo sería un muerto más para condecorarlo con medallas. Vaya ingenuo...

La carrera por atrapar al escurridizo soldado dio rumbo a sondearlo por un callejón sin salida. Tomando por sorpresa al enemigo, quien fue asustado por el cabo de ojos grises, armado con bayoneta en mano, quien le espero entre las sombras en una trinchera, no dudo dos veces en atacarlo con la bayoneta empapada en la sangre de antiguos compañeros de ese intruso. Le rajo el costado derecho de su costilla cuando se volvió a escapar. Por los pelos se libró de una herida más devastadora y profunda. Ni siquiera se dio cuenta del dolor agudo y punzante que debió sentir cuando fue atacado.

El miedo fue más poderoso que el dolor.

Con la adrenalina fluyendo por todo su cuerpo, en lo único que puede pensar es en sobrevivir.

Y cuando lograron rodearlo entre el Sargento y tres cabos. Sorpresivamente del cinto de su correaje saco un mango blanco que jalo con todas sus fuerzas, el prófugo saco una última defensa. Como el último as bajo la manga que podía tener, el póker engañoso que cuando fue arrojado todos los soldados se vieron obligados a huir. A cualquier lado que no fuera la dirección que tomo el intruso.

—¡Granada!

Grito un soldado mientras advertía a sus camaradas que se alejaran. El prófugo había sacado una típica granada, conocida como stielhandgranate. Fue tan bien escondida que ninguno de los soldados pudo advertir en el enorme mango blanco. Acciono en un tirón una cuerda que venía en la granada activándola, la fricción que hace arder. Ciento sesenta y cinco gramos de puro TNT.

Cuando todos se hubieron puesto a cubierto, el intruso avanzo tomando del suelo una bayoneta robada.

En ese instante arrojo la granada.

Ahora tenía cinco segundos para alejarse y huir. Su dirección tomo rumbo a la espalda del cabo de ojos grises, quien también había echado a correr. El mismo cabo que intento darle cuello. Le obstruía su huida y el prófugo estaba dispuesto a mancharse nuevamente las manos con pólvora, sangre y tierra.

1... Dio rumbo hacia su futura víctima, a la par que los demás soldados huían.

2... El cabo no pudo reparar a tiempo en su enemigo, había estado de espaldas.

3... Desenvaino la bayoneta.

4...Y atravesó el corazón del cabo de infantería.

5... La muerte fue tan rápida que ni siquiera sintió dolor alguno, solo cerro sus ojos.

La explosión resonó en los oídos de todos alrededor. Levantando una nube de tierra que les dejo ciegos lo suficiente para que la huida fuera exitosa.

—¡Konstantine!—

A sus pies traseros dejo oír como la voz del sargento, gritaba dolido viendo al cabo caído e inerte en el suelo, tomándolo entre sus brazos y desdicha en su ojos.

Algunos cayeron a la tierra. Pero nuestro prófugo continúo corriendo. Dejando caer la bayoneta cubierta de sangre. Huyendo entre las ramas y hojas secas cubiertas por la nieve.

Corriendo por su vida.

Continuara...

Continuara

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Marcha Roja[+18 Contenido Homoerotico]Where stories live. Discover now