Capítulo 9

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Mordida
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Druig es mordido por un Desviante.





Druig estaba sobre la camilla del Domo, rugió de dolor mientras la sangre se desparramó  manchando las losas frías de la nave.
Ikaris llegó volando, histérico y con el hedor del Desviante todavía sobre él, las entrañas de la bestia se le extendían por el cuerpo bañándolo de uno desagradable sustancia viscosa, pero su aspecto no le importó, no cuando el omega se retorcía cerrando sus ojos y aullando lastimosamente.

—¡Ajak! ¡¿Qué le pasa?! — la líder los miró a todos había un atisbo de miedo en su mirada como si no supiera la forma correcta de hablar o respirar. Pasó una mano por la enorme incrustación se dientes fresca y palpitante en el pecho y hombro de Druig. Aun con su don conferido, no pudo curar casi nada. Los rasguños y marcas superiores alrededor se extinguieron, mas la marca del Desviante continuó en la piel del omega; repulsiva y amenazante.

—Su cuerpo rechaza la mordida, pero no es suficiente. La mordida proviene de otra especie, se necesita un estímulo que funja como antibiótico para tener una esperanza de salvarlo...

Los ojos del alfa se clavaron en ella, demandantes y dolorosos, porque Ajak había parado dándose cuenta que Druig, en medio de su agonía, escuchaba con atención.

—¡Habla! —gritó Ikaris tras percibir el vacilar de la alfa. Druig gimió lastimosamente; Gilgamesh intentó tranquilizarlo tocándole el hombro pero Ikaris le golpeó la mano impidiéndole tan siquiera rozarlo. Se estaba volviendo posesivo, descuidado. Le daba igual. Completamente igual —. ¡Habla! ¿Qué necesita para curarse?

—La mordida de un alfa… de un alfa de nuestra especie. En concreto, la mordida de uno de nosotros.

La sala se sumió en total silencio, los eternos mantuvieron la cabeza baja, sospechando las implicaciones nada agradables de esa cura. El rostro de Ikaris adquirió una palidez cadavérica y apretó los puños apunto de ofrecerse.

—No entiendo —intervino Sprite desesperada —.¿Por qué la mordida de un Desviante le ha afectado? Es como si un perro mordiese a un gato en celo, habría dolor e infección pero no tanto para matarlo. Los desviantes y nosotros somos de mundos opuestos.

La pregunta tenía lógica, esos engendros asesinaban a los humanos y ellos se dedicaban a erradicarlos de la tierra para asegurar su existencia, dos mundos opuestos y diferentes. La naturaleza de que Druig estuviese mal herido por recibir una mordida de otro ser ajeno a él, era irreal. Ajak tensó los labios, los demás la miraron atentos, esperando su respuesta.

—No lo sé.... Todo lo que puedo decir es que el Desviante no lo mordió para marcarlo como compañero, los Desviantes tienen sus propios omegas, sino para asegurar su sufrimiento o muerte. 

Druig dobló el cuerpo mientras cerraba los ojos dolorosamente, los efectos de una mordida de un alfa, de un alfa que no pertenecía a los eternos lo torturaban. Ikaris se golpeó mentalmente. Todo había sido culpa suya.

—Una mordida para borrar otra —añadió Thena.

Druig gruñó de ira, incluso herido como estaba, se incorporó de golpe ante aquellas palabras, los eternos trataron de detenerlo pero se alejó a tropezones.

—¡No me toquen! —el sudor le recorrió el rostro enrojecido por la furia y fiebre, —¡Prefiero morir antes de atarme a uno de ustedes!

—Druig…— Sersi se movió a su lado con cuidado  tratando de relajarlo, él regresó sobre sus pasos mostrando sus colmillos prominentes. Ikaris lo supo, rodeado de alfas, vulnerable e indefenso, asustado cual animal maltratado, estaba protegiéndose. No obstante, Sersi camino con cuidado —. Tal vez sea la única manera. Has sido mordido por un Desviante alfa. Por favor… déjanos ayudarte.

—¡No! ¡Tú ayuda no es más que una atadura a mi libertad! ¡Sometimiento! ¡Váyanse!, ¡fuera! ¡No necesito a ninguno!

Ikaris se aproximó a él con destreza y lo sujetó con tanta fuerza que las marcas de sus manos se quedaron por bastante tiempo sobre su piel. Druig luchó, empujó, gruñó pero Ikaris lo acuñó entre sus brazos liberando una mínima cantidad de feromónas aromatizadas a chocolate. Incluso cuando las garras de Druig lo hirieron, con rasguños en la cara y manos, nada pudieron hacer los demás para que soltase al omega.

—Por favor Druig, tranquilo —susurró suavemente contra él, con la mirada expectantes de los eternos sobre ambos —. No te haremos daño. Yo no te haré daño, sabes que voy a protegerte de cualquiera que intente lastimarte. Sin importar nada.

La misma Ajak no creyó que esas palabras provinieron de Ikaris, los rivales por siempre en un abrazo esperanzado. El omega menguó la fuerza de sus ataques y se desplomó en los brazos del alfa, su piel hervía y su lágrimas quemaban.

—Suéltame —su voz se volvió un reclamo bajito sabor a súplica, sus brazos se aferrarón a la espalda del alfa con temblor.

Ikaris lo condujo con ayuda de Sersi en la camilla, nadie aludió a esa escena, no al menos en presencia de Ikaris, se tomó como una reacción natural de un alfa ayudando a un omega asustado. Ajak puso sus manos sobre el hombro de Druig haciendo lo posible para cerrar la llaga. Druig perdió la conciencia un momento después.

—¿No hay otra manera? —preguntó Phastos observando al omega.

Ajak movió la cabeza en negación.

—Hay cosas que la tecnología no puede borrar. Ni siquiera nuestros dones.

—Yo lo haré —dijo Ikaris decidido, los rostros se volvieron cenizos —. Yo estaba con él cuando el Desviante lo mordió y no hice nada, no pudo evitarlo. Fue mi culpa.

Y era verdad. Tras dar el aviso sobre el ataque de los Desviantes, Ikaris intentó explicar la situación, aclarar que no tenía intenciones de regresar con Sersi, que lo quería a él y lo que había escuchando esa tarde en el templo fue un cumplido amistoso, pero Druig se negó a escucharlo.
Desesperado, en medio de la lucha, atosigó al omega para que le escuchará. Incluso cuando el repugnante olor a celo del Desviante los albergó.
Ajak se aterrorizó pues los desviantes nunca atacaban cuando estaban en celo, y de ocurrir los omegas eran los que corrían peligro. La líder avisó que Druig se retirara, mas el omega no lo hizo por orgullo, argumentando que los Desviantes no sabían que él era un omega y Druig se confió.
Ikaris se reprendia una y otra vez no haberlo alejado, protegerlo tan pronto como Ajak les hizo saber el riesgo.
En vez de eso lo atrapó y besó, lo besó, una y otra vez hasta que el omega lo aceptó en su boca fue caliente y un ensueño. Luego las hormonas de Druig sufrieron una alteración hormonal tan grande que disparó parte de su aroma sin controlarlo. El Desviante supo enseguida que había un omega entre los eternos. Al momento que Druig se alejó, tratando de controlar sus fermonas y turbado por el beso de un alfa después de años, el Desviante lo atacó, incapaz de hacer nada, lo mordió hasta que el omega recuperó la conciencia e hizo volar en pedazos al Desviante.
Ikaris no fue lo suficientemente rápido para evitarlo, Druig estaba condenado por su culpa.

Sersi se acercó un poco desconcertada, colocando una mano en su espalda para calmarlo.

—Ikaris, la culpa te está consumiendo. No puedes... Druig te odia ustedes se...

Ajak percibió el naciente conflicto.

—Hay más.

Ikaris se volvió a ella, las noticias malas llovían sin parar.

—Atarse como compañeros es lo de menos, si la mordida es dada por el alfa equivocado, o sea, aquel con el que no comparta un lazo fuerte de amistad o amor, lo matará enseguida. ¿Ahora lo vez? En cualquier caso la muerte es una posibilidad. El alfa que lo muerda debe tener algún tipo de lazo.

Ikaris quiso llorar, porque su lazo no era lo suficientemente fuerte. Druig debía de odiarlo y apenas inciaban su cortejo, el omega estaba enojado y por su culpa debía renunciar a la libertad o morir en el intento.




¡Cuánto me Atraes! | Druig/Ikaris |OmegacemberМесто, где живут истории. Откройте их для себя