Capítulo 11

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Mordida
(3/4)

Druig es mordido por un Desviante.

Ikaris se arrastró a la habitación donde se hallaba Druig, la marca comenzaba a oscurecerse por los bordes, y palpitaba dolorosa sobre su pecho. Druig se removió en medio de un sudor frío. Agitado entre sueños intranquilos y solitarios. Ikaris deslizó una mano por su frente, estaba lívido, las ojeras semejaban moretones y el rojo brillante de su boca perdía color. Ikaris quiso ir a rezar una plegaria, ofrecer un sacrifico, cantarle una balada a los dioses de los humanos que Druig amaba  para que no se lo llevarán.

Porque aunque Makkari le diese la mordida, nada aseguraba que el omega se salvaría, ¿y si no funcionaba? Ikaris no sabía que haría con su maldita eternidad si Druig moría siendo mordido por otro alfa. ¡Oh, su cortejo! Apenas comenzaba cuando lo arruinó, las flores  las miradas, Ikaris lloraba y se lamentaba observando las causas que su estupidez había generado. Y ese beso, ese beso que se dieron antes de que el Desviante lo mordiera ya no significaba un bonito recuerdo, sino un mal augurio, un infierno. Ese beso lo condenó a su perdida. Milenios en la tierra y se daba cuenta que pasarlo con Sersi habían sido el peor desperdicio de su vida. Tarde se dio cuenta que su alfa clamaba el amor de un omega. De Druig.

Druig se movió abriendo los ojos, sus ojos preciosos que se almendraban al sonreír, ahora al borde de la muerte. Algo que sonaba lejano para un eterno. Ikaris pensó  que Druig no podría reconocerlo. Pero el omega se aferró a la vida como nunca antes lo ha hecho e insistió contemplado al alfa. Ikaris se dio cuenta. Le recriminaba por todo.
El alfa se echó a llorar.

—Perdóname ,  yo te he hecho esto... y-yo no quería. No quiero —se inclinó tocando las manos del omega —. ¿Es tonto decir que te amo? ¿Es tonto querer morir antes que verte con alguien más? Druig, mi Druig te he atado a otra persona y no hay nada en mundo que odie más que perderte. Pero no quiero dejar de verte, porque soy tonto y todo lo que dices de ellos, lo alfas, es verdad —las lágrimas mojaban su rostro —. Odiame esta eternidad y la siguiente, yo te amaré incluso si escupes y aborreces mi nombre.

Druig parpadeó repetidamente.

—¿Quién? —su voz sonó seca y rasposa —. ¿Quién lo hará?

Ikaris pasó una mano por su rostro, consumido por la infección.

—Makkari...

Un risita casi inaudible brotó en el aire.

—No suena tan mal...

Ikaris estalló de llanto.

—Será una buena alfa, prometió que no te privará de tu libertad, ni te someterá a nada que tu no quieras. Incluso si te enamoras de otro ella será buena contigo.

—No.

Druig se cubrió la cara con el dorso de la mano, Ikaris lo contempló con el corazón encogido, las mejillas del omega se humedecieron, sin adquirir el tono rosado del llanto.

—Es la única manera...

—Cállate. Sólo Cállate y escúchame.

Druig lo sabía, entre morir de un infección por mordedura y ser salvado por otra con riesgo mortal; ambas opciones eran una tentación para su suerte. Pero se haría lo que él quisiera si era su última voluntad.

—Sé que Makkari podría hacerme feliz.

Ikaris asintió sin verlo. No descubriría su dolor ante el omega. Tenía que ser fuerte.

—Lo hará.

—No es así.

—¡Deja de ser testarudo y déjanos ayudarte!

—Si moriré sólo tengo una última petición

—¡No morirás! ¡Ella te salvará!

—No quiero.

—¡Sí quieres!

—¡Joder, cállate!

—¡No cuando te aferras a la resignación!

—¡Ikaris!

—¡¿Qué?!

—¡Cállate y muérdeme, maldición!

¡Cuánto me Atraes! | Druig/Ikaris |OmegacemberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora