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Seis años atrás.

El Castillo Real era bien conocido por su seguridad inquebrantable, pero en estos momentos nadie de los guardias ni empleados podían encontrar al joven príncipe por ningún lado.

Iruka estaba que se lo comía la angustia por haber perdido al heredero de vista. El tutor estaba enseñándole las lecciones de siempre al rubio cuando, al darse la vuelta sólo por un segundo, al girarse el chico había desaparecido por completo.

No era la primera vez que Naruto se escapaba del Palacio, pues no era novedad para nadie que el chiquillo gozaba de mucha energía e hiperactividad. Pero aquí lo que más le preocupaba al profesor era que el joven no era un chico cualquiera, y dentro de seis años sería coronado como Rey soberano de la Nación del Fuego, muy poco tiempo a su parecer para preparar al próximo líder.

Sólo esperaba que sus majestades no se enterarán...

—Iruka —llamó la prominente voz que tanto temía escuchar.

—¿S-si, su majestad? —respondió nervioso.

—¿En dónde está Naruto? Creí que tenía clases contigo —preguntó el rey.

—A-así es -se rascó la cabeza—, pero..., verá, hay un ligero problema...

—Se volvió a escapar otra vez —concluyó Minato por él.

—Por favor, no se lo cuente a su majestad la reina —imploró haciendo una pequeña inclinación.

De los dos monarcas, al que más le temía era a Kushina.

—Descuida, no se enterará —lo tranquilizó con una sonrisa compasiva—. Aun así, enviaré a Kakashi para que lo localice.

—¿A dónde cree que pudo haber ido?

—Tengo una idea de donde se puede encontrar —respondió viendo hacia el horizonte por la ventana.

[...]

Ya era su segundo tazón de ramen y aún estaba insaciable.

A pesar de que en el Palacio contaban con los mejores chefs de renombre, ninguno de sus platillos se comparaba con el sazón de Ichiraku ramen, la mejor comida de toda la nación a consideración de Naruto.

Sorbió hasta la última gota de caldo y sonrió con satisfacción al haber llenado su estómago con tan deliciosa comida. Estuvo a punto de pedir su tercer plato cuando una mano se posó en su hombro apretándolo suavemente.

—No debería de estar aquí, su alteza —dijo el dueño de la mano.

—¡Por favor, Kakashi! Sólo un poco más —rogó el príncipe juntando sus manos.

El hombre suspiró resignado y se sentó junto al rubio para explicarle mejor la situación.

—Son órdenes de tu padre —apoyó los codos en la barra—. Además, no creo que quieras enfrentarte a la furia de su majestad Kushina.

Naruto tragó grueso al escuchar el nombre de su madre.

—¿Ya lo sabe? —preguntó temiendo la respuesta.

—Aún no —sacudió la mano—, pero podría hacerlo si no regresamos pronto.

—Déjame hacer una última parada y te prometo que iré contigo sin quejarme —volvió a insistir colgándose de su saco.

Kakashi río para sus adentros, pues ese muchachito a pesar de ser el heredero de la corona, ahora mismo le estaba implorando desesperado cuando en unos cuantos años él podría ordenarle lo que sea y el mayor no podría rehusarse.

Nacida para ser ReinaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ