27. Poetas

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Aprecié su rostro tan cerca del mío, esas finas líneas que enmarcaban sus labios, esas arruguitas tan bellas... Memoricé cada matiz de su semblante, cada imperfección. Guardé a fuego esa imagen, la del amor de mi vida, riéndose feliz sobre mi pecho. Lo amaré eternamente.

Imaginé nuestra boda, algo sencillo y acogedor. Algo que se reduciría a nuestros seres queridos, nuestros amigos cercanos. Pensé en qué le diría, en qué recitaría en mis votos ese día, y lo mucho que lloraríamos los dos, de felicidad... Felicidad pura y verdadera...

—¿Nuestra tarta de bodas va a ser un bizcocho de frutas confitadas de la Señora Fabyä? —preguntó él juguetón.

—¡Oh! Sin duda. Ese es mi requisito principal para casarme —dije risueña mientras buscaba sus labios de nuevo.

—Cuando todo pase... Cuando esto termine, voy a exigir unos meses sabáticos para ambos. Quiero disfrutar de ti y de Anna tanto como pueda... —susurró Eathan.

Yo asentí, un ladeo de cuello lento mientras me fundía en los iris de bosques de su mirada. Nos abrazamos y nos apretamos el uno contra el otro. Mi hogar siempre sería él, el hueco de sus alas, su corazón, su alma...

Él se durmió a los segundos. Yo tardé un poco más, pero era maravilloso imaginar todo lo bueno que vendría. Por una vez, en mucho tiempo, yo imaginé algo hermoso, un futuro, un mañana bonito, lleno de luz, lejos de guerras. Mi mente viajó libre y feliz en esos momentos venideros repletos de sonrisas, calma y paz...

Me acordé de Arbenet, ella lo dijo, que algún día esas guerras terminarían, y ahora, más que nunca deseaba que fuera verdad. No sabía que haría sin luchar, la paz era algo nuevo en mi país, pero cuando llegase me aferraría a ella. Lo merecíamos. No más batallas... Dejar mis deberes de lado, y centrarme en mi familia. Tomar distancia y tiempo, dejar a Yarel gobernar un país tranquilo, y yo, retirarme...

La luz diurna acarició nuestras pieles al cabo de unas pocas horas. Me levanté a preparar un baño para ambos. Nosotros disfrutábamos de hundirnos juntos en agua caliente y jugar con nuestras pieles, abrazarnos y mecernos. Resulta que en esas bañeras sí que cabían dos personas. Eathan lo había calculado y me lo había hecho saber entre revolcones.

Antes de ir a despertarlo me paré ante el espejo a observar como mi cuerpo estaba moteado con arañazos y dientes marcados sobre el cuello. Dedos apretados, manotazos desesperados, rasguños ensangrentados, todo tipo de heridas causadas en esa batalla. El dolor gozoso de mis articulaciones, y mis músculos era grato, recordaba porqué dolía en ese punto, y mordía mis labios al pensarlo un momento.

La bañera se llenó con rapidez. Tiré algo de jabón para conseguir espuma. Salí a buscar a mi hombre, y lo desperté con besos y caricias. Remoloneó, pero el hecho de saber que lo esperaba el baño lo hizo levantarse.

Nos tumbamos recostados en el lacado claro de esa tina. Pegué mi espalda a su pecho, y dejé que me envolviera con sus brazos. Suspiramos a la vez. Besó mi cuello, justo bajo mi oreja y se me erizaron los pelos de todo el cuerpo.

—Me quedaría eternamente en este estado, en esta pausa momentánea antes del desastre... —susurró él sobre mi cabello.

—No sé hasta dónde va a llegar mi poder ahora, y tengo miedo de usarlo y causar estragos mayores si inicia esa guerra civil... —confesé acariciando la marca de Protector de su antebrazo.

—¿Acaso no lo controlas más ahora? —Afirmé dudosa— Yo también tengo miedo, Eirel. Todos lo tenemos, porque vamos a la deriva, hasta que todo esto termine, pero lo haremos bien. Tenemos un buen plan, y... —Besó mi cuello— tenemos una Diosa de nuestra parte... Eralgia va a estar bien bajo tu mando, Guardián, confía en ti misma y en tus hombres...

ERALGIA V, La RevueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora