55. Indulto

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—¿Cuántos tenemos a nuestro lado? —preguntó Yarel a Eathan.

—Cuatro mil del ejército de los Kashegarey que están en los terrenos de mi familia, más los que hay... —murmuró Eathan.

—No me cuentes tu vida, dime un número —ordenó el rey.

—No llegamos a diez mil, contando brujos. —Yarel se volvió hacia el brujo y pidió:

—Tráelos a todos dentro de las murallas. Sean los que sean, me da igual, los reubicaremos, aunque sea con campamentos en medio de las plazas. —Se volvió hacia mí—. Pide ayuda a quién quieras, pero si nosotros solo tenemos diez mil, los demás tienen más de cuarenta mil.

—Buscaré apoyo en Save, y en los Reinos Ancestrales... —El rey levantó el mentón con letalidad y anunció:

—Iris tiene el indulto si dentro de una hora tengo dentro de estas murallas los brujos que necesitemos. —Líomar y Eathan fueron a hablar a la vez—. No he pedido opiniones. Soy el Rey, puedo darle el indulto, y si me sirve para vencer esta guerra, se lo daré. —Intenté sonar conciliadora cuando murmuré:

—Esto es muy radical, Yarel. Podemos mirar primero qué fuerzas tenemos a nuestro alcance, y luego...

—Luego será tarde. No voy a dejar que sigan perpetrándose crímenes, y si debo ceder ante ella, lo haré.

—Iris es una criminal —apuntó Líomar.

—Y tú un traidor y aquí te tenemos —respondió el Rey.

—Dejad este tema, por favor —rogué—. En situaciones delicadas hay que usar medidas contundentes. Mientras yo me encargo de ir de un lado a otro buscando apoyos, encargaos de la logística.

—Si encerramos a mucha gente en nada sufriremos escasez de alimentos —apuntó Líomar.

—Arys podría ayudarnos con esto —propuso Eathan.

—Mi esposa no va a meterse en una ciudad asediada dejando a nuestro hijo...

—¿Solo? ¿Como está mi hija? —replicó su amigo—. Nuestros hijos están protegidos en un palacio aislado, Arys estará segura, solo tiene que hacer crecer alimentos, y concentraremos todo cuanto podamos antes de recurrir a ella, pero en el momento en el que nos falle la comida, esto será una catástrofe. —Yarel se apretó la coraza y sugirió:

—Líomar y yo nos quedamos aquí y organizaremos la gente. Reúne a los Generales que tengamos y que ellos se encarguen de sus batallones —le ordenó al Protector del Agua—. Eathan y Eirel, iros a buscar apoyos. Edward os hará de puente abriendo portales, pero no puede ir con vosotros... —miró a su brujo y este le cogió la mano con disimulo, dándole fuerzas—. A él lo necesito a mi lado...

—Avisa a Leiko —propuse. Eathan me miró anonadado—. Vamos a luchar por los suyos, tiene que estar de nuestro lado. Necesitamos una bruja que pueda abrir portales con rapidez.

—A Gregör dejadlo en la mansión de los Kashegarey —ordenó Eathan—. Allí hay documentos de suma importancia, y objetos. Él mantiene una barrera sobre la casa, mientras no lo necesitemos, que siga allí.

Edward afirmó. Yarel arrancó a caminar por el palacio, las paredes estaban teñidas de sangre fresca, había cuerpos esparcidos por el suelo, y el ruido de la batalla no había bajado en ningún momento. Seguimos al rey hasta su despacho, puesto patas arriba. Cogió una hoja grande y se apoyó sobre un mueble, mojó una pluma y escribió:

«Tercer día del décimo mes del segundo año de reinado del Rey Yarel Austrygög.

En plenos poderes como Rey de Eralgia, concedo a Iris Sauldave el indulto e inmunidad judicial por cualquiera de los crímenes que haya cometido en Eralgia con anterioridad a la fecha de firma de este documento.

ERALGIA V, La RevueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora