31. Confía

109 17 4
                                    

El portal de vuelta al Palacio de Invierno me dejó en el salón. En la mesa Yarel estaba con una copia de la Constitución junto a Arys. Sus ojos se corrieron de golpe hacia nosotros. En mi rostro debía reflejarse de algún modo la inquietud porque mis dos amigos se sobresaltaron y mi amiga mató a Damon con una mirada, presuponiendo que me había hecho algo. El demonio se desvaneció de mi lado sin más palabras.

Abatí mis hombros y me acerqué a ellos. Me senté ante sus rostros preocupados y forcé una sonrisa para ambos.

—Ha ido muy mal con Tamar —sentenció Arys. Negué lentamente.

—Podría haber sido peor... —afirmé con la mirada puesta en la nada infinita.

—¿Habéis podido convencerla? ¿Va a dejar a tu hermano en paz? —quiso saber el Rey. Asentí con un ladeo de cuello— Eirel, ¿Qué ocurre?

—Tengo la sensación de que algo nos acecha. Hay algo afuera esperándonos a todos, y va a ser una catástrofe. Llevo media vida con esta presión en el pecho y cada vez es peor —confesé.

Miré a mis amigos. Ambos estaban vistiendo sus rostros con preocupación. Yarel me tendió su mano y entrelacé los dedos con él.

—Estamos juntos en esto, Guardián. Sea lo que sea, juntos venceremos. Tienes miedo de Axel, es normal, pero en cuanto resolvamos lo de Eralgia, iremos a por él.

Fingí calmarme, y dejé que ambos me explicasen algunas de las mejoras que Arys se había tomado el derecho a hacer en esa Constitución. Mejoras sobre los derechos femeninos, incluso derecho al aborto, derecho a la educación igualitaria, derecho a heredar con igualdad de condiciones que un barón. Eliminó los primogénitos masculinos de las sucesiones, y los cargos de poder. La prohibición y anulación de los matrimonios de conveniencia, entre muchas, muchas otras ideas que me fascinaron.

Yarel le había dado carta blanca, a ella y a su hermana. Helena había participado de ello, y no solo la Princesa, también mi madre y la reina emérita. Nuestro monarca había dejado en manos de cuatro mujeres la Constitución de su país, con tal nivel de confianza que ni siquiera había releído las correcciones. Las había aceptado sin mirar.

Eralgia tenía un rey que muchos países soñarían. Mi padre tenía razón cuando afirmó que veía en Yarel mi compañero ideal para cambiar el mundo, yo jamás imaginé que el Balakän tendría la suerte de conocer alguien tan bueno como él. Con errores, y aciertos, Yarel Austrygög sería el mejor de los monarcas, y yo siempre lo supe.

La cena nos reunió a todos en el comedor. Nos pusimos al día, cada uno con sus temas. Líomar y Eathan habían vuelto mareados de tanto viaje y tanto portal para hablar con las distintas facciones del ejército. Había ciertas madrigueras ultraconservadoras que debíamos atizar, esos serían los que empezarían la guerra, los núcleos del ejercito más beligerantes contra los Reinos Ancestrales.

—Ahora que eres oficialmente libre puedes unirte a nosotros y dejar al muermo de Damon, todos lo entenderemos —animó Líomar a Robert. Mi hermano ahogó una risita.

—Bueno, este muermo me ha salvado la vida más de una vez, le debo lealtad —dijo mi hermano con una sonrisa hacia su rey. Damon carraspeó y se llevó la copa de vino a los labios.

—Si queréis matarme me ahorrareis sufrimiento a estas alturas. Estoy empezando a hartarme de todos.

—No digas eso... —murmuró Edward— Todo es complicado ahora, pero has pasado cosas peores. Tú no te has rendido nunca, no vas a hacerlo ahora, majestad —afirmó el brujo tendiéndole la mano al demonio.

Tras muchos días de tensión entre ambos, yo vi ese gesto y lo agradecí. Edward apretó la mano de Damon con la suya, la sostuvo por unos instantes y se sonrieron de forma triste. Eran grandes amigos, y esa guerra que nos llevábamos no era saludable para nadie... Yarel incluso levantó sus comisuras al entender la importancia que tenía para el brujo recuperar a Damon.

ERALGIA V, La RevueltaWhere stories live. Discover now