Ittekimasu, Itterasshai

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Una solitaria brisa soplaba. El frío de una mañana temprana de primavera, que lentamente acariciaba los bien cuidados terrenos, curvándose y enrollándose. A través del ordinario y solemne enclave, una perpetua sensación de paz rodeaba las largas filas de piedras erigidas y colocadas lado a lado. Cada piedra, un monumento. Un pilar de existencia y ser, de todas las vidas que una vez habían vivido, noblemente grabadas sobre sus superficies.

Un ramillete de flores descansaba dentro de la vasija de piedra. Tributo dejado de aquellos que orgullosamente llevaban el nombre, envueltos con la duradera fragancia de incienso quemado. Para los visitantes que seguían de pie por el sendero de piedra, parecía demasiada coincidencia. Algo gracioso, de una manera algo mórbida. De todos los días, hoy resultaba caer precisamente en la catorceava fecha del mes actual. El mismo día que falleció su madre.

El ruido de sus palmas juntándose resonó a poca distancia de su nariz, y entonces tomó un profundo respiro.

- Madre. – Ichika lentamente miró hacia la tumba. – Soy yo, Ichika, Sé que es un poco pronto este año para venir a visitarte. Probablemente estarás acostumbrada a que solo sea Itsuki quien te visita alrededor de esta época, ¿eh?

Por un momento, la hija mayor permaneció quieta en cuclillas. Su labio temblaba mientras pensaba sus siguientes palabras, antes de empezar repentinamente de nuevo. La calma de su aliento no se tambaleaba, incluso aunque la desordenada miscelánea que eran sus pensamientos continuaba corriendo por su cabeza. Ichika volvió a tomar otro largo respiro.

- No creo haber encontrado la ocasión para decirte esto formalmente, pero... quiero ser una actriz, mamá. He estado esforzándome mucho en ello y realmente lo amo. A veces, el trabajo puede ser difícil. Las horas son largas, los horarios un desastre, la gente no siempre es amable, y a veces cuando vuelvo a casa estoy muy cansada. Pero... realmente lo amo. Es lo que siempre he querido ser.

Ichika miró las puntas de sus zapatos. Sus dedos acariciaban suavemente los trozos de tierra, repitiendo los movimientos una y otra vez para poder ordenar sus pensamientos. Era una sensación extraña. Pensar que de alguna manera se sentiría así de nerviosa, pero entre más lo pensaba, más difícil se volvía. Esta era su madre. Aquella a quien ellas cinco reverenciaban como la mujer más fuerte, desinteresada y noble que jamás conocerían. Y nada podría jamás cambiar eso.

- Madre. – repitió Ichika. Sintió que se le apretaba el pecho, y poco a poco subía hacia su garganta. Las palabras pronto se volvieron lo más difícil que tuvo que pronunciar. – Yo... voy a estar ausente por un tiempo. Me iré de viaje. A un lugar muy lejos de mi hogar; un lugar donde todo es diferente de lo que acostumbro. Y si soy honesta, estoy... asustada. – Y como si estuviese burlándose de la inquietud en su corazón, Ichika se rio. – Mejor dicho, estoy aterrada. Apenas pude dormir anoche porque estaba temblando demasiado. ¿Estaría mal si decidiera quedarme? No creo que sea demasiado tarde, tampoco...

Sacudió su cabeza lentamente. – No importa cuántas veces me haga esta pregunta, no lo sé. Todavía no lo sé. Jamás me he sentido tan segura y a la vez tan insegura de nada en mi vida. En el fondo, me preocupa no tener lo necesario; que tal vez haya sido un error. ¿Alguna vez tuviste esa clase de dudas también, mamá? ¿Crees que tomé la decisión correcta?

Ichika cerró sus ojos. – Pero ya lo sé. No importa a dónde vaya, nunca voy a estar sola. Las cinco siempre, siempre estaremos juntas. Y tú, el abuelo, y papá también, sé que todos ustedes siempre estarán allí, cuidándome. – Una mirada esperanzadora apareció en sus ojos al ver hacia arriba de nuevo. – Los tengo a todos ustedes, y también... a otra persona muy problemática que siempre estará a mi lado...

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