Falsa... pero no tanto

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Eyyyy, capítulo atrasado porque ayer andaba muertA con tareas. 

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Al príncipe Nakahara Chuuya nunca le han gustado las princesas. 

Ha intentado hacer que le gusten desde que su hermana y padre le metieron a la cabeza que, cuando sea más grande, tendría que casarse con una. 

Desde niño asistiendo a las fiestas a las que invitaban a su padre para poder hablar con algunas; tratando de ver lo... ¿Interesante? No, eso sonaba mal y la mayoría de las princesas con las que terminaba siendo amigo eran interesantes y divertidas. Entonces... ¿cuál sería la palabra adecuada? ¿Bonitas? ¿Atractivas? 

Como sea, la pubertad llegó y, luego de robarse algunas novelas que no estaba permitido leer, empezó a tener sospechas del porqué. 

Las sospechas solo se volvieron en hechos, el día en que su mejor amigo que conoce desde que tiene memoria, se le acercó tanto para quitarle un bicho del cabello, que sintió su cara arder y  su corazón latir como si acabara de correr seis kilómetros, solo por tenerlo tan cerca. 

Y Chuuya pensaría, "ok, puedo aceptar que tal vez me guste mi amigo de la infancia, no hay problema". 

Si tan solo ese amigo no fuera Dazai desgraciado Osamu. 

Lo cual estaba mal. Dazai siempre le hace bromas, como ocultarle sus collares favoritos; se burla de su estatura, a pesar de que aún no ha cumplido más de veinte, así que puede crecer incluso más que el castaño; le pone apodos feos como "babosa" y "príncipe enano".

Y aún así, a pesar de todo eso y más, le gustaba.

Odiaba que le gustara. 

Así que, para no arruinar más su pobre ego y para matar dos pájaros de un tiro, ideó el plan más estúpido y descabellado que se le pudo ocurrir un martes a las tres de la mañana.

—Sal conmigo. 

Andaban en su lugar favorito, bajo el árbol más grande que había en el patio trasero del castillo de su padre, con Dazai acostado sobre sus piernas, viéndole con una sorpresa que jamás pensó verle. 

—¿... Salir... a algún otro reino? —y el maldito no estaba ayudando. 

Suspiró pesadamente, alzando la cabeza para dejar de verle a los ojos. Qué vergüenza. 

—No, idiota. Necesito mostrarle a mi papá que ya ando saliendo con alguien para que deje de presentarme princesas —porque, sinceramente, ya estaba harto de ir a tomar el té o a las fiestas que estas hacían en sus reinos. 

Sintió a Dazai moverse de sus piernas para sentarse correctamente, viéndole con los ojos entrecerrados. 

—¿Por qué piensas que tu padre me va a aceptar a mí, un simple chico del pueblo?

Bien, Chuuya, puedes decir lo siguiente. Dazai no sabrá que lo dices en serio. 

—Porque me dijo que no importaba quién fuera, siempre y cuando de verdad me guste... 

Los ojos de Dazai no deberían de brillar así de bonitos, maldita sea. 

—¡Por fin admites que estás enamorado de mí!

—¡Es solo para que deje de tratar de presentarme princesas! 

Dazai le volvió a mirar de manera sospechosa, sus ojos tratando de leerle... Y Chuuya estaba seguro que su cara era un libro abierto para el castaño, pero no iba a decir nada si él no lo hacía. 

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