Sebastián Hernández.

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   Camilo Madrigal regresa a casa luego de terminar sus tareas, emocionado de que ese día Sebastián iría a pasar la tarde con él. Como ambos estaban ocupados con sus familias, a veces tenían poco tiempo para verse. Aún así, ese día ambos tenían el tiempo suficiente para pasar parte del día.

Sin embargo, pasando el puente para llegar a casa, se fija en alguien sentado en las raíces de un árbol. Enfocando la vista, reconoce que es Sebastián, quien mantiene su cara oculta en sus rodillas elevadas hasta el pecho. Acercándose, se da cuenta de que el chico parece estar llorando, por lo que se preocupa.

—Seb. —llama cuando llega a su lado. —Sebas. —vuelve a llamar, pero no recibe ni una mirada. Más el pequeño llanto que venía de Hernández se detiene de golpe. —Oye, ¿Qué pasa? —Camilo se sienta a su lado, y le llega a empujar suavemente del brazo para que le dijera algo, pero sólo logra que Sebastián levantará la mirada.

Su rostro estaba manchado de lágrimas, lo que golpea fuerte el corazón del chico Madrigal, quien jamás lo había visto así. Alarmandose, comienza a preguntar qué a ocurrido, pensando en una y mil cosas. Incluso intenta bromear para molestar a Sebastián y hacerle hablar, pero nada funciona.

Entonces sólo se queda allí sentado a su lado, en silencio, apoyando una mano en su cabeza cuando esté la vuelve a ocultar sobre sus rodillas. La mano cálida y la compañía de Camilo le reconfortan, pero llora un poco más antes de hablar.

Lo que había ocurrido es que, de camino a la casa Madrigal, se había encontrado con un grupo de amigos con los que ya no pasaba tanto tiempo como antes. Estos le habían interrogado sobre que había estado haciendo últimamente, a lo que Hernández sólo había mencionado que había estado pasando el tiempo con Camilo Madrigal.

Inmediatamente los chicos pusieron malas caras, eran de los pocos grupos de personas que veían a los Madrigal como un peligro o un grupo de fenómenos por envidiosos, aunque debían estar más que agradecidos con ellos por todo lo que hacían por el pueblo. Uno de los chicos entonces preguntó si era cierto el regreso de Bruno, comenzando a decir que daba mucho miedo y que ahora de seguro muchas cosas malas pasarían.

Sebastián no aceptó sus palabras, mucho menos se quedó con los brazos cruzados y la boca cerrada, así que dejando a los chicos en su lugar, defendió a Bruno y al resto de la familia. Él conocía bastante bien al tío de Camilo, y para nada era todo lo que decían de él. Era, en realidad, todo lo contrario. Literalmente.

Aunque los chicos no dijeron más sobre la familia, se enfocaron en él, mencionando entonces todo el tiempo que pasaba con Camilo y que siempre estaba metido en su casa. Habían dicho un montón de cosas ofensivas y maliciosas que el desmintió, defendiéndose y al castaño de rizos más cortos que los propios. Lo chicos se habían cansado entonces de molestarle, por suerte, yéndose a hacer algo mejor.

Y aunque el chico Hernández había estado tranquilo durante todo el altercado, cuando comenzó a caminar en dirección a su destino, se desplomó en las raíces de un árbol sin fuerzas para seguir caminando. Entonces no pudo parar de llorar, porque aunque había enfrentado a los chicos y defendido tanto a los Madrigal como a él mismo, las palabras hirientes y maliciosas si le habían lastimado un poco.

Se estaba calmando cuando Camilo apareció inesperadamente, sorprendiendole.

—¡Esos chicos son unos...! —no quiso terminar de decir, porque a la final no tenía caso. —Gracias por defendernos. —en cambio dijo abrazando a Sebastián aún sentado a su lado, usando un tono más tranquilo. —No prestes atención a sus palabras.

—Lo sé. —el de rizos largos murmura sin energías. Pero, con un pequeño beso que Camilo deja sobre su cabeza, se siente mucho mejor.

—Te quiero. —este dice. ¿Podía tener un novio mejor, que los defendía y lloraba por ellos? No creía.

—Yo también. —Sebas levanta la mirada del piso, enfocandola en los ojos verdes que le regresan la mirada. No hay más que decir, con el cambia formas sonriendo presumido hasta que lo contagia y también le hace sonreír, levantándose a los minutos para seguir el camino a casa.

Durante el camino, Camilo bromea con decirle a Luisa o al resto de su familia si alguien más lo molestaba, ahora que su tío había vuelto y con la fama que tenía, asustar a las personas sería sencillo. Sin embargo, Sebastián le regañó ante la idea, diciendo que no era necesario. Él podía defenderse sólo, aunque agradecía el gesto. También, no le importaba, siempre defendería a los Madrigal sin importar qué.

"Enamorado" | Camilo Madrigal [BL]Where stories live. Discover now