Sebastián Hernández.

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   A Camilo le encanta dar besos sorpresa, simplemente saltar hacía adelante y besar las mejillas de su familia y, por supuesto, nuevo novio.

Es algo a lo que Sebastián se a acostumbrado con el tiempo, aunque sigue sorprendiendole cada que Camilo lo hace.

Como cuando se besaron por primera vez, habían dado ese paso porque Camilo le tomó y le jaló en un beso sorpresa cuando se estaban despidiendo.

También había habido uno el día de su cumpleaños, cuando el castaño le acercó una cucharada con un pedazo de pastel pero en lugar de darle eso le dio un beso frente a todos.

A veces los usaba para hacer trampa, como cuando jugaban competencias y Camilo saltaba a besarlo antes de empezar el juego para distraerlo. Era totalmente injusto, pero no podía quejarse mucho.

Había otros que eran más sutiles, como la vez que se quedó a dormir y Camilo le besó suave y delicado creyendo que estaba dormido.

Y no podían faltar los besos para las bromas, como cuando estaban en el río y Camilo le tomó por los hombros y se acercó a besarlo de sorpresa, empujándolo al agua al segundo siguiente.

Todo en Camilo Madrigal era bastante inesperado, pero Sebastián amaba eso de él, en todos esos años y su relación nunca había sido aburrida. Ahora, ambos estaban por cumplir los veinte, lo que era una locura si lo pensaba. Habían crecido juntos, dos pequeños niños sin nada en común, y aunque los años pasaban rápido, aún sentía que tenían quince. Eternos adolescentes, había bromeado Camilo.

—¡Hey! —es este quien le hace recordar que está allí con él. —¿Qué piensas? —Camilo se sienta a su lado en la banca del patio de la casa Hernández.

—En ti, en mi, en nosotros. —Seb responde enfocando la mirada en el castaño de rizos más cortos, notando su expresión nerviosa.

—Espero que cosas buenas. —bromea con una sonrisa torcida que el chico Hernández nota, haciendo que frunciera el ceño.

—Siempre. —intenta calmar al chico Madrigal. —¿Qué pasa? —es ahora él quien se pone nervioso.

—Ven. —Camilo le toma de las manos para hacerle levantar de la banca, acercandolo al centro del patio. Sebastián se pone cada vez más ansioso, preocupado.

—¿Qué pasa Milo? —pregunta de nuevo, ganándose una sonrisa tierna por el apodo.

—He estado pensado. —el cambia formas inicia sin soltar las manos de Sebas —El tiempo a pasado muy rápido. —menciona como una queja. —Y ya no tenemos quince. —hay otra expresión de lamento.

—No es malo, ahora estás más guapo. —el de rizos largos interrumpe, ganándose una sonrisa brillante.

—Lo sé. —Madrigal dice presumido. —Igual que tú. —agrega. —Pero, lo que quiero decir es... ¿Puedo besarte? —suelta sin sentido, saltando del tema principal, dejándolo a medias. Sebas le da una mirada realmente confundida.

—¿Desde cuándo pides permiso para besarme? —el azabache pregunta divertido. —Siempre lo haces.

—Pero esta vez quiero preguntar... ¿Puedo? —Camilo gira los ojos y se queja, insistente.

Sebas suspira sin entender, sigue inquieto por todo, pero sonrie suave. —Por supuesto que puedes, Milo, siempre que quieras.

—Gracias. —el castaño sonrie dulce, acercándose a besar los labios de su novio, quien no puede evitar sonreír al comienzo, antes de seguir el beso con bastante avidez. Tanta, que no se había percatado de los movimientos de la mano de Camilo sobre las suyas.

Cuando se separan del beso, ambos están algo aturdidos, porque no se besaban de esa forma muchas veces, sus primeros años habían estado más llenos de besos cortos y tímidos. Sin embargo, Camilo se recompone primero y habla.

—Lo que he estado pensando en realidad, en cuanto a que el tiempo a ido muy rápido, es que no quiero seguir pasando un segundo más sin que estés siempre a mi lado... como mi esposo está vez. —finaliza alzando la mano de Sebastián entre ellos, mirandola y haciendo que este se fije también, notando un anillo que antes no había estado allí.

—Camilo... —Sebastián balbucea sin despegar la vista del anillo. Ni siquiera puede moverse. —¿Qué estás... Tú...

—¿Qué estoy haciendo? —el castaño completa la pregunta por él. —Pues, pedirte matrimonio. Yo, Camilo Madrigal, te estoy pidiendo a ti, Sebastián Hernández, que seas mi esposo. —Y arrodillandose, el castaño ahora un adulto de veinte años, coloca una mano en su pecho mientras que con la otra aún sostiene la mano de Sebastián. Tiene una sonrisa nerviosa en la cara, mientras que Sebastián aún no puede creer lo que está pasando. Jamás creyó que realmente Camilo le pidiera matrimonio, ambos estaban demasiado cómodos como estaban, pero le hacía feliz que lo hubiera hecho.

Con el corazón en la garganta, a Sebastián se le hace difícil hablar, pero intenta no llorar de la emoción mientras sonríe enorme. —Me encantaría mucho eso, Camilo. —él dice como puede, ganándose una enorme mirada verde de parte del castaño.

—¿Es eso un si? —siendo levantado por Sebastián, este le acerca en un abrazo.

—Si, acepto, Camilo Madrigal.

Y aferrándose a la espalda de Sebastián, Camilo si llora primero que él, demasiado feliz para poder evitarlo.

Y cuando se lo cuentan a la familia hay más llanto de felicidad, y una enorme celebración por hacer, antes de la gran boda que su abuela comienza a organizar.

"Enamorado" | Camilo Madrigal [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora