Capítulo 34: "1 Juan 4:18"

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—Harry -llama su hermana.

El piloto voltea sobre su hombro, mirando a Louis y Sam charlar en el pórtico mientras el castaño arrulla a William antes de subir al auto y emprender el viaje de regreso a Londres.

—Dime...

—Mamá... ella me dejó una carta para ti, solo te pido que la leas con paciencia y cuando sientas que sea apropiado, ¿de acuerdo?

Harry asiente mirando a Anna abrir una libreta para sacar la carta sellada.

—Lo haré...

—Y... una última cosa -susurra con ojos llorosos -, regresarás, ¿cierto?, ¿vendrás aunque mamá ya n-no este?

La voz de su hermana se quiebra con el temor de no ver más a su hermano.

No está preparada para dejarlo ir y realmente quedarse completamente sin familia alguna.

Sin padre, sin madre y ahora... sin su hermanito.

—Anna... claro -susurra atrayéndola a sus brazos mientras ésta por fin suelta un gran sollozo contra su torso -siempre volveré... volveré por ti... por Sam y... creo que tengo que hacerlo por este nene -musita sobando el vientre -siempre regresare aquí; este es mi hogar.

La dama asiente hundiendo aún más su rostro contra el torso de su hermano, Harry cierra los ojos envolviendo sus brazos contra su espalda escondiendo su nariz en el cabello.

—Te amo...

—Yo también -susurra plantando un beso en la melena castaña.

Entonces, ya con la mochila que carga su ropa sobre su hombro, William en su cadera y Louis del lado de piloto con un pie dentro del auto, ambos mueven sus manos despidiéndose de la familia quienes ahora vivirán en la casa familiar.

Harry mira por última vez su hogar, buscando memorizar a su preciosa hermana con un lindo vientre; posiblemente... para cuando regrese ese pequeño que carga ya lo tenga en sus brazos.

(...)

—Hoy... hoy es el baile de otoño.

—Lo sé -asiente Harry -iré.

—Harry... ¿estás seguro?

—Como jodes, en verdad.

­—Por favor, créeme que si no puedes ir... sabes que no es necesario, son puros hijos de puta y...

—Debo de ir -inquiere -... tengo que mantener mi reputación, ¿no?, te moverán de puesto, debería de asistir, sin duda alguna; ya que debo de crear presencia para ser un posible candidato, ¿no crees?

—Acabas de lidiar con la muerte de tu madre -menciona Louis cada vez más frustrado con la indiferencia del menor.

—¿Desde cuándo mi vida personal se tiene que mezclar con la profesional?, deberías de recordar y seguir tus dichos y consejos.

—No me quiero ir aún más intranquilo.

—Realmente no deberías de preocuparte -insiste Harry sin mirarlo -ya partiremos cada uno por su lado.

—Sabes que no es así -sonríe incrédulo.

—¿Qué tanto quieres apostar?

Louis exhala mirándolo, sus facciones aún lastimadas apuntan hacia el frente.

La nieve cae sobre el cristal y todo parece encajar a la perfección.

La frialdad de Harry es tan ardua y perspicaz, que contagia a la meteorología.

1919 (L.S.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora