Capítulo 5

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Wussten Sie, dass die erste amerikanische Verfassung 1788 geschrieben wurde?


La luz del sol me despertó

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La luz del sol me despertó. Me desperecé retrasando tanto como me fuese posible abrir los ojos. Escuchaba las respiraciones aún dormidas de Wyatt y Lizbeth detrás de mí, ambos durmiendo en colchones hinchables. Yo me había quedado con el sofá, lo que en el primer momento me había parecido un lujo. Entonces me estiré en él. Abultado, estrecho, la incomodidad hecha sofá. En ese momento entendí porque me lo habían cedido con tanta amabilidad. Majísimos ellos.

—Nos robas la habitación y después no duermes en ella —me habían dicho—. Te aguantas—. Después me habían sacado la lengua. Super amables y maduros, ellos.

¡Pero yo no se la había robado! ¡Me habían exiliado al reino de las cucarachas! Ni muerta, es que ni muerta, volvía allí. Lo juraba por Wattpad.

La espalda me estaba matando a tal nivel que decidí que ya era hora de levantarse. Parecía un sacrilegio. Si todavía no había bajado nadie a la sala es que debía ser realmente temprano, las seis y media de la mañana o a lo sumo las ocho. Los malditos mellizos siempre se despertaban temprano. Levantarse a esa hora siendo el último día de vacaciones de verano tendría que considerarse pecado. Y de los gordos. Imaginad que tan incómoda me sentía como para incorporarme.

Lentamente fui abriendo los ojos, tampoco había prisas. Poco a poco fui vislumbrando el techo, las bombillas, unas grandes esferas negras que me miraban a escasos centímetros de mi...

—¡La madre que me parió! —grité. De fondo escuché las maldiciones de Wyatt y Lizbeth ante mi grito. No me importó en lo absoluto puesto que di tal bote que mi culo se estampó contra el suelo. Cosas de dormir en un sofá. —Auch... —murmuré cerrando los ojos durante unos instantes antes de levantarme y masajearlo un poco.

Nixi me observaba con los ojos completamente abiertos, petrificada del susto.

Me dejé caer en el sofá como si fuera un cadáver. Al dolor de espalda se le sumó el de trasero. Solté un suspiro antes de abrir los ojos de nuevo sabiendo ya de antemano que sus grandes ojos me observaban con atención y espanto simultáneo.

—Estoy bien, estoy bien. No pasa nada —murmuré. Mi espalda crujió. Sus ojos se abrieron un poquito más al escucharlo. Jeje.

La pequeña manipuló la tableta que llevaba sujeta al andador. Iba en pijama, con los pies descalzos y sin los aparatos ortopédicos que unos días antes había descubierto que se llamaban AFO. Estos eran una especie de calcetines duros sujetos con correas que cubrían la parte inferior del pie y el tobillo hasta media pantorrilla más o menos. Servían principalmente para dar estabilidad y ayudar a la correcta colocación del pie y el tobillo.

Ocho más unaWhere stories live. Discover now