Capítulo 6

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¡Todo por la patria!


¿Lo había dicho en voz alta?

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¿Lo había dicho en voz alta?

—¡No! ¡No! ¡No!

Mi ceño se frunció, el de Nixi también. Era debido a motivos diferentes, pero ninguna de las dos entendíamos que narices estaba pasando. ¿Ahora resultaba que Anahi podía leer la mente?

Sabía que no, pero aun así resultaba un tanto sospech...

—¡No! ¡No! ¡No me pintes los pies! ¡No!

Eso era nuevo.

Ambas nos giramos hacia la escalera, la voz provenía de la primera planta.

Nixi estaba escribiendo algo en la tableta cuando escuchamos unas ruidosas pisadas. Anahi apareció corriendo como alma que lleva el diablo. Incluso temí que acabara rodando por las escaleras. Pero eso no era los más destacable. Ni de lejos.

Nixi pegó el grito del siglo antes de taparse los ojos. Puede que incluso superara el mío con la cucaracha, porque bueno... Anahi iba desnudo de nuevo y... con todo el cuerpo misteriosamente tatuado.

Con solo ver los dibujos supe quien había sido el artista. O, mejor dicho: la artista. Daiah. Que unos segundos después, rotulador en mano, bajase a toda velocidad solo hizo que confirmarlo.

Los gritos despertaron a todos los miembros de la casa. Y vaya con que escena se toparon. Nixi con los ojos tapados gritando como una posesa (entre lo del día anterior con la cucaracha y esto debía pensar que había ido a parar a una familia medio tarada) y la mayor de los mellizos persiguiendo al pequeño, desnudo, mientras intentaba pintarle los pies. Todo lo otro ya estaba cubierto. ¿Qué más podía hacer si se le acababa el lienzo?

Saludé a papá con una mano cuando apareció en el rellano de las escaleras con cara de pocos amigos. Él y yo teníamos una conversación pendiente sobre mis actividades extracurriculares. Ya tenía una tarde ocupada con las clases de alemán, ni de coña podía convertirme en taxista tres tardes a la semana, Y menos aun cuando empezase el curso. Que Ethan o Dale llevaran a Nixi a terapia física. Yo no podía, ni de coña.

—¡Me llevo a Nixi a terapia física! —grité. La respuesta tardó un par de segundos.

—¡Iros ya, que llegaréis tarde!

—¡Adiós!

Eso definitivamente ocurrió, pero unos días más tarde. En ese momento mi misión era otra.

¿Casco también? —preguntó Ethan con una ceja alzada.

Asentí con solemnidad dejando que el general me colocase la armadura al completo. Casco, rodilleras, protectores de espinillas y pecho (los gemelos habían tenido su época lacrossiana), gafas de esquí, guantes, recogedor y escoba.

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