Reprimenda

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Las cortinas estaban corridas hacia un costado, por lo que la habitación contaba con suficiente luz natural, y no había necesidad de encender las luces para que Jumin pudiera apreciar bien su obra.

― Eres tan hermosa. ― susurraba en mi oído.

Todo lo que podía escuchar era su voz. Me estaba haciendo perder mi capacidad de pensar.

Jumin se había sentado en medio de la cama, se quitó su saco y chaleco, y los dejó sobre una silla. Desabrochó los botones en sus muñecas y descubrió sus antebrazos. Me había sentado de espaldas a él, entre sus piernas. Me dejó solo con ropa interior. Sus manos me recorrían la piel mientras él besaba detrás de mi oreja y yo me movía inquieta.

Sentía sus dientes morder levemente el lóbulo de mi oreja y yo gemí.

― No... mi oreja...

― ¿Qué quieres decir con "no"? ― jugaba conmigo.

― Son sensibles... mis orejas...

― Ya veo. ― lo dijo rozando sus labios en mi oreja.

Sentí algo duro haciendo presión en mi espalda.

Estaba caliente.

― Deberías quitarte esto. ― desabrochó mi sujetador y lo arrojó al suelo.

Sus manos no tardaron en centrar su atención en mis senos. Los acariciaban desde la base hasta la punta de los pezones. No se detenían mientras yo me retorcía de placer.

― ¿Se siente bien? ― susurró.

― Siento... Siento escalofríos. ― me avergonzaba lo débil que se escuchaba mi voz, pero sentía que eso afectaba positivamente a Jumin. Le gustaba. ― Se siente bien.

― ¿En verdad? ― una mano suya descendió por mi abdomen y llegó hasta el borde de mis pantis. ― Esta parte también lo está sintiendo, ¿no? ― sus dedos acariciaron mi zona íntima por sobre la tela. ― ¿Ves?, tus pantis están mojadas. ― era abrumador. Mis piernas se cerraban por sí solas, aprisionando su mano. ― Separa las piernas, cariño. ― me ordenaba. Besó mi cuello y me mordía levemente también.

Estaba temblando. Mi cuerpo no me quería obedecer. Entonces Jumin tomó mi pezón con sus dedos índice y pulgar, y le dio un pequeño tirón.

― Oh mi Dios. ― jadeé, presa del escalofrío erótico que inició en mi pezón y me recorrió por todo el cuerpo.

― Separa las piernas. ― volvió a ordenar, estaba impaciente.

Vacilé un poco, pero comencé a separarlas. Lo suficiente para que su mano pudiera moverse con libertad.

― Listo. ― mi voz temblaba.

― Más, Danielle. ― demandó. ― Abre tus piernas lo más que puedas.

Le miré de reojo y me quedé sin aliento.

Su mirada era intensa, y noté que mordía el interior de su mejilla. Él también estaba en su límite, pero por alguna razón aún no quería tomarme.

Obedecí y separé mis piernas todo lo que pude.

Sus dedos presionaron mi hendidura. Se deslizaban e incluso lograron meterse un poco en mi interior. Yo luché por mantener mis piernas abiertas. Estaba en mi límite también. Tenía mis manos hechas puño y presionándolas contra mis labios para no gemir tanto.

Él seguía acariciando mi cuello con su lengua.

― Tan dulce. ― ronroneaba. Un par de dedos se deslizaron dentro de mi ropa interior y yo me estremecí. ― Oh, ya estás lista para mí. ― le escuché complacido.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora