Cumpleaños

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Fui consciente poco a poco de la alarma. Mis ojos pesados no querían abrirse y mi cuerpo estaba perfectamente acoplado al de Jumin. Nos quedamos dormidos abrazados, con las piernas entrelazadas.

Aún no había salido el sol, así que supuse que era muy temprano. Quizá las cinco de la mañana.

Sentí cuando se estiró para alcanzar la alarma y poder apagarla. Luego volvió a posar su brazo sobre mí, envolviéndome y aferrándome a él. Yo lo abracé, con mi rostro en su pecho, apenas podía abrir mis ojos.

― Me haces cosquillas con las pestañas. ― susurró con genuina alegría.

Sonreí como boba, besé su pecho y después alcé la vista hacia su rostro.

― Feliz cumpleaños, mi amor. ― susurré con ternura.

Él me sonrió y se inclinó para alcanzar mis labios.

― Este ya es el mejor cumpleaños solo por despertar contigo. ― murmuró contra mis labios.

La sesión de besos matutina comenzó. Era delicioso poder despertar así todos los días. Jumin aprovechó el que ambos estuviéramos desnudos, y comenzó a acariciarme por todo el cuerpo.

― Creo que alguien más se ha despertado. ― comenté al sentir su erección empujando contra mi vientre.

― Está feliz de verla, Srta. Kim. ― sonrió con picardía.

Me colocó de espaldas al colchón, y colocándose sobre mí, me hizo el amor.

Mi primera vez teniendo sexo matutino. Era diferente dado al poco tiempo que contábamos, pero Jumin hizo valer cada segundo. Fue cariñoso y romántico, en comparación a la noche anterior. Un mundo de diferencia, pero ambas formas de hacerlo me gustaban mucho.

Cuando Jumin se levantó al fin para ir al baño, yo seguía tumbada en la cama, disfrutando del trasero desnudo de mi hombre al andar para tomar una ducha. Me estiré perezosa, había dormido tan bien y la mañana había comenzado esplendida.

Después de un rato, me incorporé y noté un cambio en la habitación, el cual no me había percatado antes. En la pared donde antes se encontraba un librero, lo había sustituido un tocador enmarcado con un espejo enorme.

Era algo que Jumin no había mandado a instalar para usarlo él.

Me levanté de la cama y me envolví en la sábana para acercarme al tocador Praga gris. Frente al mueble había una silla mullida y cómoda. Ya había en el tocador una cantidad de perfumes y cremas de lujo, también un estuche con brochas.

Me senté en la silla y procedí a inspeccionar. Abrí el primer cajón, era el más delgado, pero abarcaba el largo del tocador. Y ante mí aparecieron joyas exhibidas sobre un forro de terciopelo azul marino.

Reconocí las joyas que lucí en la fiesta de beneficencia, así como la gargantilla de perlas y diamante rosa. Pero no eran las únicas maravillas ahí. Había prácticamente joyas de todo tipo, hasta relojes finos y broches para el cabello.

Jumin salió del baño, se había puesto solo unos pantalones de chándal, y se estaba secando el cabello con una toalla.

― Puedo explicarlo. ― se apresuró a decir al ver el cajón con las joyas abierto. ― Pedí que lo instalaran mucho antes de haberte prometido no compran nada más.

Me pareció gracioso que un hombre de veintiocho años ya, tan imponente y poderoso como él, me estuviese dando explicaciones como niño pequeño.

Me le quedé viendo mientras se acercaba a mí, cauteloso.

En los brazos de Jumin HanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora