Capítulo III

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    —¿Tienes alguna propuesta para esta noche, Gregory?

    —Sip, tengo una en mente desde hace varios días. Queda en Cloverfield Streat, cerca de una vieja tienda de vinilos.

    —¡Fantástico!

    Él tomaba mi mano con confianza, dijo que necesitábamos mantener el bajo perfil y no parecer sospechosos ante el público.

    Era la primera vez que Gregory me mostraba una faceta que desconocía de su persona. Su personalidad desafectiva puede ser alarmante para la mayoría de personas; me incluyo en ellas. Siempre sentí curiosidad por su peculiar forma de ver y mirar el mundo. Definitivamente es triste pensar en todo lo que tuvo que haber vivido para que su joven mente esté ya bastante corrompida. Sin lugar a dudas, es un chico precavido, siempre está alerta ante cualquier movimiento u acción.

    Saliendo del desayuno, dijo que hoy tenía una tarea especial para mí.
El dentífrico dental y el agua embotellada se nos había terminado, aparte de otro producto para higiene personal. No obstante, no teníamos dinero, éramos un animatrónico y un niños escapando de la justicia. Yo no era ni lo más parecido a un humano, y sin un empleo, no podríamos sustentar las necesidades básicas de Gregory.

    Tanto él como yo sabíamos que robar no era un acto que mi sistema moral apruebe. Me molestaba pensar así, sin embargo, no tengo ningún inconveniente si no soy participe de ello.

   Gregory es quien estuvo durante semanas hurtando en tiendas con sus grandes habilidades de ladronzuelo.
Todo un experto en delincuencia juvenil.

    Pero claro, al haber pocas tiendas en la ciudad, él estaba ya fichado en su mayoría.
Conocen su cara, era peligroso arriesgarse dos veces. Aún así, su necesidad era de mayor prioridad en estos momentos.

    Caminamos dos cuadras hasta llegar a una farmacia, sus puertas estaban abiertas para cualquier honrado cliente.

    —Mira, escucha —comenzó el niño—. Quiero que ocultes tu hocico con una mascarilla, esconde bien tus orejas bajo la capucha. Entrarás ahí y fingirás comprar algo, habla con el vendedor, ¡distráelo! De mientras, yo tomaré lo que nos hace falta, ¿entendido?

    —Entendido, Gregory —afirmé ante sus indicaciones mientras me encogía de hombros con nerviosismo. La vergüenza y el mal presentimiento de que algo saldría mal no dejaba de atormentarme.

    Sería cómplice de un robo, acto que aborrezco con todo mi ser.

    —Bueno..., cuando estés listo, Freddy. Por favor, no me falles.

    No dije ni una sola palabra, solo asentí silencioso. De uno de mis bolsillos saqué un barbijo para uso médico, con esto nadie notaría la sospechosa forma de mi rostro. Me paré frente a las puertas de cristal e inhalé ondo. Se podían percibir un ligero olor a tabaco proveniente desde dentro. Crucé las puertas y estas me dieron paso a un local completamente blanco y lleno de productos para el cuidado de la salud humana. Miré al mostrador, un joven con bata blanca y cigarro en mano me sonrió cálidamente.
El lugar era fresco. Una pena tener que perturbar su tranquilidad.

    —¿Es nuevo por aquí? —preguntó aquel joven con una voz serena.

    —¿Perdone? —por mi parte, no entendía a qué se debía esa pregunta tan repentina.

    —No lo he visto por aquí antes, ¿acaso es nuevo en el barrio?

    —Eh... ¡Sí! Me acabo de mudar hace una semana —lo mejor era continuar con la mentira, Gregory ya debió de haber entrado después de mí. Esperaba que no tarde tanto.

El Dilema De Freddy FazbearWhere stories live. Discover now