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Capítulo 5: Mentiras enredadas

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—¿Tienes idea de lo sexy que es? —preguntó Ivy el día lunes a primera hora mientras sacaba mis libros del casillero. Sí, tenía cierta idea de lo sexy que era Thad Peterson luego de haber oído decirlo más de quinientas veces, y ésta, era la número quinientos uno. No paraba de escucharla hablar sobre él y lo caballeroso que se portó con ella la noche de la fogata. ¿Realmente la había escuchado esa cantidad de veces? Pues no. Todo lo que podía pensar desde ayer era la cena con Rhett. Había sido un caballero total el resto de la noche y aunque lo que había dicho sobre ser su novia falsa era una broma, mi corazón había latido con mucha fuerza. Como si me hubiera dicho que fuera su novia real. Joder, estaba mal de la cabeza. Por suerte, Akio ni Ivy habían notado mi ausencia del fin de semana, ni mi extrañeza de hoy. No preguntaron cómo me fui a casa, no sabían que fui con Rhett a cenar y que me encontré con Ailén y Bridget.

Cosa rara fue que no había ni un solo rumor de Rhett y yo siendo novios el día de hoy. ¿Acaso no lo habían esparcido todavía? Mi ansiedad estaba al borde, tenía miedo que en cualquier momento todo el mundo supiera que él y yo estuvimos cenando la noche del viernes en lugar de estar en la fogata.

—Sí, me hago una idea. Después de todas las veces que lo dijiste, creo que es el tío más sexy que ha pisado el planeta —respondí de forma automática hacia Ivy.

Mi mejor amiga suspiró.

—¡Lo ves! —señaló—. No hay duda de que lo es. Con sus ojos azules y su cabello rubio ondulado es el hombre más sexy que ha pisado el planeta. Luego de Chris Evans, por supuesto, y de Chris Hemsworth.

En sus ojos oscuros pude atisbar un brillo especial.

Joder, ya se había ilusionado con Thad Peterson. No sabía nada sobre él y aún así se moría por saltar sobre su cuerpo y montarlo hasta su último aliento. Ivy era así, se encaprichaba con un chico y no había manera de hacerle entender que era eso, solo un capricho. Un deseo que moriría en cuanto lo tuviera.

—¿No tienes Física a esta hora? —pregunté, dispuesta a distraerla para que no siguiera hablando de Thad y lo fantástico que era luego de haber conversado con él el resto de la fogata. Y que luego, la había llevado de vuelta a su casa como un perfecto caballero.

—Sí. —Soltó un suspiro—. Nos vemos en el almuerzo. Espero encontrármelo allí.

No tenía que preguntar a quién porque sabía la respuesta.

Luego de tres interminables periodos de clases, entré en la cafetería con el celular en la mano tratando de ubicar a Ivy quien estaba en la fila para recoger su almuerzo. Gracias al esfuerzo de mi madre no tenía que hacer esa larga e interminable fila porque ella me preparaba un buen almuerzo nutritivo que me mandaba en el bolso. Llegué a la mesa en la que nos sentábamos usualmente al aire libre y saqué mis emparedados.

Akio llegó minutos después.

—Quiero que ya acabe este sufrimiento —se quejó soltando su mochila en el suelo con un fuerte golpe.

—¿La secundaria? —pregunté, porque para eso quedaba un semestre completo.

—La vida —dijo con seriedad. Luego rodó los ojos y echó la cabeza atrás—. Anoche no dormí nada. ¿Sabes lo difícil que es lidiar con Adela? Esa chica me va a volver loco. —Colocó su mochila sobre la mesa y escondió el rostro detrás—. Si viene aquí, dile que me he ido.

—¿A tu casa?

—A otro país. Uno muy, muy lejos de aquí.

Alcé mis cejas. ¿Qué era lo que pasaba entre ellos? Ni yo misma lo entendía. Eran una especie de follamigos, ¿el problema? Adela no podía entender aquella palabra, porque trataba a Akio como su novio y quería que él la tratara de la misma forma. El problema con Akio era que no podía alejar a Adela de su vida, era como si no pudiera mantenerse lejos de ella. Ivy pensaba que era porque le gustaba follársela. Yo pensaba que era porque estaba enamorado, pero no podía admitirlo porque nunca lo había estado.

Amor en química | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora