Capítulo 42

64 16 1
                                    

Ela:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ela:

Los brazos de Seth con movimientos lentos me apartaron y detrás de su espalda me enviaron. Su altura cubrió por completo mi campo de visión durante unos segundos, forcejeó para hacer que quieto mi cuerpo se quedara, pero, finalmente le vi.

Logan caminaba en dirección hacia nosotros. Su cabeza, por primera vez en toda mi vida la observé pegada al suelo, dos oficiales uniformados se situaban a cada lado de su cuerpo, sosteniendo sus brazos. Fue allí que alzó su mirada y vio aquella dura mirada que su hermano menor le había lanzado.

En cuanto sus ojos cambiaron de dirección hacia mí, Seth atravesó más su cuerpo para evitar que de nuevo cruzara aquellos ojos con los míos. El ambiente no era mismo al que una vez estuve acostumbrada a vivir, con burlas, insultos y el acoso reinando por todos los negros lugares a los que solía ir.

Un leve movimiento en los labios del hermano del medio percibí, uno que quizá por la altura de aquel chico de ojos verdes no logré entender del todo. Sin embargo, la mano de Seth tomó la mía y en cuestión de segundos me haló lo suficientemente fuerte como para que mis piernas se movieran.

Sin ser brusco ni abusar de su agarre logró escondernos dentro de una sala de aquella comisaría. Los papeles sobre el escritorio estaban, perfectamente apilados, el portátil en una esquina, apagado y desconectado. La silla con un abrigo de gabardina café sobre ella estaba a un lado.

Sus manos a mi rostro fueron, examinando minuciosamente, buscando cualquier signo de alguna lesión... Esos brillantes y particulares orbes sobre los míos. Aquel chico de 17 años, tal vez casi 18 preocupado y angustiado se hallaba.

—¿Te hizo algo? —preguntó, su voz a penas se escuchaba, a pesar de solo estar nosotros en aquella especie de oficina. Pero, de igual forma sonaba urgida de alguna respuesta.

Siguió examinando mi rostro y cuando volvió a poner su mirada sobre la mía, mis labios se entreabrieron para soltar lo que más demandaba de mí:

—No —... Tan solo eso fue suficiente para que el calor de sus brazos expuestos me rodearan y encendieran un repentino fuego que quemaba mi piel y me provocaba quizá unas ganas de quitarme la sudadera, su sudadera; esa que había encontrado tirada en el suelo de mi habitación.

El tiempo pareció no transcurrir, sus brazos me pegaban contra su cuerpo, sus labios habían ido a parar a mi frente en un beso protector, uno que gritaba más que un simple sentimiento de preocupación. Sin embargo, algo volvió a recorrer mi espina dorsal, provocando que los destellos de lo que había sucedió antes de su llegara volviera a mi mente y que la piel de gallina recorriera cada centímetro de mi cuerpo.

—Ice —... Le llamé, el parecía estar sumergido en la comprobación de que mi cuerpo se hallaba en perfectas condiciones, sin contar esa parte en mi cabeza en donde aún sentía la fuerza de su hermano mayor halarme. Bajé la cabeza y le coloqué una mano en el pecho, para intentar separar un poco nuestros cuerpos y que mis palabras tuvieran toda su atención —. Él volvió a llamar, quiere...

IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora