Capítulo 12

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Despertaste confundida, en un lugar que no era tu habitación. ¿Estabas encarcelada? Te levantaste de la cama tan pronto como pudiste, parecía que habían arreglado la celda para ti. Te sentiste claustrofóbica, sentías que no podías respirar, sofocada por el encierro de la reducida celda que cada vez te parecía más pequeña. Trataste de recordar lo que había pasado anoche y quedaste más asustada de lo que ya estabas, habías lastimado a esos soldados, pero ¿Cómo? Miraste asustada tus manos, intentando comprender. Los ruidos de otros prisioneros te sacaron de tus cavilaciones.

Había una rara sensación en ti, era como si tus manos conectadas a algo en tu pecho sintieran la necesidad de palpar las rejas de energía de tu celda, como si de dos imanes de polos opuestos se trataran, uno atrayendo al otro. Acercaste tu mano a la reja de energía que te aprisionaba. Al inicio dolió, te quemaba, pero luego de un rato, la reja se desvaneció. Podías sentir como la energía obtenida recorría tu cuerpo, se sentía tan bien pero te asustaba. Apresurada saliste de la celda y buscaste una salida, pero te topaste con los guardias que custodiaban a los prisioneros, comenzaste a huir por los largos pasillos de la prisión hasta que te viste acorralada. Un cosquilleo en tus manos te hizo dudar si atacar a los guardias o rendirte, y en ese instante tus dedos comenzaron a soltar chispas.

- ¡Alto! - Odín se hizo presente - ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

- Odín... - dijiste aliviada y bajaste la guardia, pero el Padre de Todo te veía de forma severa.

- Preparen la nave, nos iremos hoy mismo - Odín dio la orden y los soldados que le acompañaban salieron aprisa. Luego, Odín tomó unos grilletes y se acercó a ti para ponértelos. No dijiste nada, pero una grave angustia invadió tu pecho y las lágrimas llenaron tus ojos. Odín se limitó a verte, ese no era el Odín que te había acogido en su casa - Llévensela.

Te llevaban cual vulgar delincuente, por pasillos ocultos para que nadie te viera. Cuando te subieron a la nave que habían preparado para salir, opusiste resistencia. No querías irte. Entonces Odín te tomó de las manos y él mismo te subió.

- Al menos deja que me despida - dijiste sollozando. No podías irte sin decirle a Thor, seguro él te estaría buscando.

- No habrán despedidas - Odín mantenía una mirada severa, y de inmediato ordenó partir de Asgard. Fue imposible detener tu llanto entonces. Suplicabas a Odín, pero este se hizo de oídos sordos.

Después de un largo viaje, llegaron a un sombrío planeta. Odín habló con los habitantes de aquel lugar, no conseguiste escuchar que les decía; el llanto y el dolor te tenían agotada. Sentiste que te bajaron de la nave, te quitaron los grilletes y te llevaron dentro de una fortaleza. Te dejaron en una tosca habitación, iluminada por una débil luz de velas y antorchas. Te sentaste en lo que pareció ser una dura y helada cama.

- Este será tu nuevo hogar ahora - Odín estaba en la habitación y tú ni lo habías notado - En Asgard eres un peligro para todos, espero que algún día lo comprendas. Mantén un perfil bajo. No causes problemas.

Escuchaste cerrar la puerta, te quedaste con la mirada perdida en la pared. Tus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, mientas jugabas con tus dedos el anillo puesto en tu mano.

Los días pasaron velozmente, tratabas de estar siempre aislada. Le temías al fuego, después de que un par de veces lo habías consumido con tus manos y acto seguido incendiado algunas casas. Hubieron veces en los que provocaste grandes explosiones, destruyendo las ciudadelas en las que vivías, haciendo que te mantuvieras nómada por el planeta.

Un día, unas naves que peleaban entre sí surcaron los cielos de aquel planeta, y una se estrelló cerca de donde estabas. Pudiste sentir como una fuerte de energía te atraía hasta allá, tu cuerpo sentía esa necesidad de consumir energía, que casi de forma desesperada te llevó hasta la nave destrozada. Caminaste entre los escombros hasta encontrar el pequeño reactor que alimentaba a la desdichada nave, posaste tus manos sobre él y absorbiste toda esa energía pura, que sentiste que revitalizó tu cuerpo. Unos disparos te dieron darte cuenta que la otra nave que había atacado a la caída, aterrizó y los tripulantes te estaban atacando ahora a ti. Pero los disparos eran energía también, entonces, en vez de esquivarlos, los casaste con las manos y los volvías a lanzar como si se trataran de simples piedras. Acabaste con la hostil tripulación, no sin antes uno de ellos dar aviso de que estaban siendo atacados. Enferma de poder, entraste en la nueva nave hasta llegar al núcleo de energía que la abastecía. Era más grande que el de la nave anterior, pero tu cuerpo quería tenerla. Y con solo poner tu mano, apagaste el núcleo. Tu cuerpo destellaba energía, pero la confianza que tenías se esfumó y se volvió pavor. Qué ibas a hacer ahora con toda esa energía, si con el fuego de una vela, quemabas una casa, qué ibas a hacer con la energía de un reactor que impulsaba una nave de guerra. 

- "En Asgard... eres un peligro para todos..." - las palabras de Odín resonaron en tu cabeza. Tu cuerpo entero quemaba, tomaste tu cabeza con desespero y gritaste tan fuerte como pudiste, mientras una luz segadora resplandecía desde tu pecho y quemaba todo a su paso.

De pronto, todo no era más que cenizas, un planeta desolado y humeante, que te hizo recordar el lugar en donde Odín te encontró. Comenzaste a llorar amargamente, pensando el las desdichadas personas de aquel planeta.

- Pero, mi pequeña... - unos pasos que crujían entre las brazas se acercaban a ti - ¿Por qué lloras?

Se agachó hasta ti y con su mano levantó tu barbilla, tú no hacías más que llorar.

- Eres algo fascinante - Ronan te veía con asombro y deseo - Ven conmigo...

Te puso de pie y te llevó hasta su nave.

¿QUIÉN ES ELLA?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora