Capítulo 11. La cafetería de al lado

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Estos días habían sido demasiados cansados para la pelirroja. Daba gracias que sus profesores no dejaban demasiada tarea o siquiera podía hacerla en sus tiempos libres en la cafetería.

Terminando las clases, se dirigía directamente al trabajo, daba gracias que la dueña la dejaba guardar sus prendas de trabajo en el almacén, así que, únicamente llegaba y se arreglaba para empezar a trabajar. También, aunque pareciera torpe, daba gracias haber trabajado ya en un restaurante hace algunos años y ya tenía experiencia con los clientes. Así que romper platos no era algo que ella hacia con frecuencia.

Tadashi, el sobrino de la dueña, era tan solo dos años mayor que ella y estudiaba en la universidad de robótica que no quedaba tan lejos de ahí; también, tenía un hermanito un año menor que ella pero era todo un prodigio, que todo el tiempo la pasaba estudiando para su último examen de la preparatoria. Al igual, aquel azabache jamás trató mal a la pelirroja después del incidente de la vasija, al contrario, le ayudaba en todo lo que pudiera después de llegar del colegio. Todos eran muy lindos con ella.

Siempre llegaba cansada al departamento que ni tenía tiempo de no ver al castaño que vivía con ella, solo quería dormir. Una vez lo vio sentando en la sala jugando un videojuego; una vez entre semana él la pasaba todo el día en el departamento jugando o dormido. Únicamente la vio extrañado pero no dijo nada, sabía cómo era el temperamento de la pelirroja y su apariencia no la hacía ver de un buen estado de ánimo.

Nuevamente era fin de semana y estos días había mucha gente en la cafetería que los sobrinos también le ayudaban a la tía Cass a atender el lugar. La pelirroja todavía no tenía experiencia en su totalidad para hacer cafés, así que recogía y lavaba trastes o el piso cada que se lo indicaban.

—Merida, ¿puedes venir un momento? —dijo la castaña mientras veía unas listas.

—¿En que puedo ayudarle?

—Necesito que vayas a la cafetería que queda a dos cuadras, quiero que le preguntes al dueño si de casualidad no habrá recibido mi caja de croissants, ya que, yo recibí una de pan de chocolate de más —mencionó entregándole la caja.

—En un momento regreso —dijo la pelirroja sonriendo tomando el pedido.

Únicamente había ido una vez en la semana a aquella cafetería. Se trataba de una cafetería americana, preparaban cafés de todo tipo y eran muy buenos amigos de la tía Cass; no se trataban de una rivalidad entre ellas, ya que se dedicaban a vender cosas muy diferentes y contaban con los mismos proveedores. Si un día sucedía algo, es ahí donde el uno y el otro acudía para ayudarse.

Era una cafetería muy bonita, contaba con colores apagados y un piso de madera muy elegante; algunas luces lo iluminaban y era frío por dentro. El olor a café era demasiado profundo al momento de entrar.

Se dirigió al mostrador y notó que había una persona de espaldas haciendo un café, seguramente era para él, no había clientes a aquella hora de la tarde.

—Hola, disculpe, ¿se encontrará el dueño? —pregunto la pelirroja, a aquella persona, amablemente.

Fue entonces que aquellos ojos zafiro se colocaron sobre ella con algo de indiferencia, hasta que ambos cayeron en la realidad de quién era el otro. Los ojos de aquel chico cambiaron a uno de sorpresa al verla. Era Hiccup.

—¿Tú? ¿Qué haces aquí? —preguntaron al mismo tiempo.

—Yo trabajo aquí, ¿y tú? Comienzo a sospechar que ahora me acosas.

—No eres tan afortunado, niño bonito —dijo la chica con sarcasmo, provocando una sonrisa en él—. Vengo a ver al dueño, me mandó Cass, la de la cafetería de al lado.

Mericcup: Viviendo con el enemigo Where stories live. Discover now