5

508 101 31
                                    

Iwaizumi estaba firmando unos papeles en su oficina con sumo cuidado de no cometer ni un sólo error porque para ser sinceros le fastidiaba la sola idea de repetir todo el trabajo por un pequeño error. 

Se aflojó la corbata y miró el reloj en su muñeca percatandose que ya era la hora, tenía que salir con Oikawa de nuevo.

Tomó el teléfono de su escritorio y llamó a su asistente quien entró enseguida y bien dispuesto para cumplir con su trabajo, sin embargo al ver cómo el moreno empezaba a recoger sus cosas para retirarse su ánimo se esfumó, sabía lo que venía. Siempre era lo mismo, el mismo día de la semana y la misma hora.

—Cancela todas mis citas voy a salir a...

—Coger con el presidente— dijo Daichi sin pensar y con cierta molestia. Iwaizumi al escuchar esa oración soltó una carcajada y se acercó a su asistente sin modales

—¿Estás celoso de ese imbécil?— lo tomó suavemente de la corbata y lo jaló hacia él sin dejar de sonreír con ese gesto tan retorcido que había encantado a Sawamura desde que había entrado a trabajar para él

—No— desvió la mirada y Hajime lo tomó del mentón obligándolo a mirarlo directamente a los ojos

—Eres muy malo para mentir— chasqueo la lengua y frunció el entrecejo al mismo tiempo que lo acercaba y lo besaba de forma lenta y pasional.

No quería que Daichi se sintiera inseguro y la única manera que había encontrado para calmar toda esa incertidumbre era por medio de besos y caricias en la oficina para después continuarlas en el departamento de alguno de los dos, sin embargo... Los miércoles repetían esa escena de celos, Sawamura decía que no, pero Iwaizumi lo conocían muy bien para saber que le estaba mintiendo y no estaba mal, él también sentía celos cuando algún gerente de otra empresa se le insinuaba sin descaro alguno y a diferencia del primero, él sí era muy malo ocultando todo eso.

—No quiero— Daichi se apartó con suavidad, bajo la mirada y un leve rubor adornó sus mejillas cuando sintió esos fuertes brazos rodearlo por la cintura

—¿No quieres?— Hajime lo acercó más a él —Eso no me decías ayer en tu cama— susurró cerca de su oído estremeciendo al asistente

—Señor

—Como me pone que me digas señor— volvió a decir el moreno sin intención alguna de querer separarse —¿Qué tal si dejo plantado al imbécil del presidente y te encierro en mi oficina?—

—Estamos... trabajando— Daichi era un poema, sentía las orejas calientes y estaba seguro que si recibía otra frase igual de guarra iba a terminar cediendo a los caprichos del vicepresidente

—Oh vamos, ya fuimos descubiertos una vez y no fuiste despedido— Iwaizumi río al recordar quién había entrado por esa puerta y en qué posición los había encontrado.

Ese evento generó una acalorada discusión, pero no hubo consecuencias mayores.

—Señor, no quiero aprovechar su buen nombre para obtener algún beneficio— 

—Miniedades— volvió a decir el moreno mientras lo iba acorralando en el escritorio

—¿Te sigues acostando con el presidente?—

Pero que buena manera de acabar con la atmósfera. Iwaizumi se separó y se volvió a ajustar la corbata sobre la camisa

—¿Otra vez con eso?—

—Hajime, ¿que es lo que quieres que piense si todos los miércoles te vas y no regresas hasta el día siguiente?— reprochó

—Que estoy atendiendo asuntos importantes ¿quizás?—

—Un revolcón no es un asunto importante—

—No me estoy acostando con Oikawa— dijo el pelinegro con cierta molestia

—¿Entonces qué haces todos los miércoles sin falta?—

—Es un asunto entre él y yo, mierda—

—¿Cómo me pides confiar en ti si tú no confías en mí?— volvió a reprochar el pelinegro bastante dolido

—Y...yo— Esa frase cayó hondo en el moreno, su asistente tenía razón. No le estaba dando su lugar, pero... —Cancela todas mis citas— salió de la oficina sin decir nada para encontrarse al castaño siendo seguido por su nuevo asistente quien lo miraba de manera suplicante

—Señor Presidente, es la quinta vez que cambio su agenda en la semana. Ellos se van a molestar y dirán que es falta de profesionalismo — pidió una vez más

—A ver, no tengo tiempo para hablar con cada uno de ellos. Bokuto dijo que tener un asistente facilitaría mi trabajo, pero en realidad parece lo contrario— Oikawa se detuvo en medio del pasillo y encaró a Sugawara —Arreglalo, mañana me comunicaré personalmente con cada uno de ellos— se llevó una mano al cabello frotando sus hebras. Parecía bastante estresado

—Señor presidente— volvió a decir, pero enseguida guardó silencio cuando Iwaizumi se acercó

—¿Tienes problemas?— preguntó y Tooru volteó a verlo

—Nada que te incumba— espetó molesto

—Claro que me incumbe, pedazo de imbécil— bramó el moreno asustando a Koushi —Podemos posponerlo —

—No, realmente necesitas eso. Lo sé por la forma en que viniste hasta aquí— dijo —Tu malhumor es palpable—

—Entonces vamos— dijo el vicepresidente y Oikawa miró a su asistente una vez más

—Prepara las juntas para mañana y organiza mis llamadas para que no tarde más de quince minutos con todos a los que les cancelamos hoy—

—Si señor—

El presidente y el vicepresidente tomaron el ascensor y bajaron hasta el estacionamiento donde todos los días aparcaban sus lujosos autos

—Debemos apresurar las cosas, Oikawa— se expresó el moreno —Realmente estoy muy molesto hoy —

—Lo sé— el mencionado sacó las llaves de su Mercedez y se acercó a su auto mientras se iba retirando el saco y se aflojaba la corbata de nueva cuenta —Todos los miércoles estás así— bufó —Y soy yo quien paga los platos rotos—

—Y tu nuevo asistente paga los tuyos— evidenció Hajime —¿No crees que eres muy duro?—

—Duro me pone— Oikawa soltó una carcajada de su propio chiste y subió a su auto —Pero también me pone furibundo

—Eso es... una extraña tensión sexual— ante tal comentario el castaño frunció el entrecejo y negó con la cabeza.

Sólo estaba bromeando, no había nada en ese chico que lo atrajera, no después de que casi lo atropellaba por su propio descuido. Sólo disfrutaba fastidiarlo un poco.

—Calla y vayamos a dónde siempre

Mi jefe es un idiotaWhere stories live. Discover now