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—Bien, aquí nos separamos—habló Steve—No llegues tarde y ten cuidado
—¿Tú eres? —dijo Aslan mientras salía del vehículo aún en movimiento—Oh cierto, tienes que practicar tu rol de madre.
Steve lo miro, seguramente arrepentido de haberle contado aquello
—Yo sería el padre
—¿Seguro? Tu cabello no dice lo mismo—dijo estando de espaldas y algunos metros lejos del automóvil hizo un movimiento de mano restándole importancia.
—No aprecias un buen cabello. El tuyo es un nido de aves ¡El jefe! ¡No te olvides de pasar por la estación de policía!
Y solo cuando dijo eso, logró llamar la atención de su hermano, quien sonrió y asintió.
Con cada paso que daba, Aslan se sumergía en sus pensamientos, preguntándose si la madre y el hermano de Will sabían de su salida. Después de todo, era innegable que su presencia siempre iba acompañada de un rastro de complicaciones para el menor de los Byers. Desde los más simples malentendidos hasta las situaciones más complejas.
Suspiro
Jamás quiso caerle bien a las personas a su alrededor, mucho menos a los adultos, pero si se trataba de la familia de Byers era diferente.
Ambos niños, con sus impermeables, solían divertirse en el tejado de la tienda donde trabajaba la señora Byers. El niño de ocho años sabía lo tedioso que le resultaba a Will cuando debía esperar a que su madre terminara su turno. Y, por su parte, solía aburrirse en su casa. Es por ello que, ciertos días de la semana, solía ir y jugar con él.
De repente, un golpe sordo interrumpió la atmósfera del juego. Will, asustado, giró de repente. Allí, en el suelo, tras chocar con unas bolsas que obstruían su camino, se encontraba Aslan. Con la cabeza en el suelo y su cuerpo en las bolsas.
Byers rio, y cuando su amigo se quejó por ello, tapó su sonrisa con el dorso de su mano.
—¿Qué sucedió?—preguntó Byers
—Quería admirar el suelo, obviamente.
Su sonrisa aún era tapada.
—Ponte de pie. Te vas a enfermar
Aslan le extendió su brazo al castaño, para así este lo levantará. Pero no contó con que el mayor lo tiraría al suelo.
—Solo serán algunos minutos—murmuró
Así que, ahí estaban, ambos amigos mirando los relámpagos y la lluvia caer, mientras permanecían tendidos en el duro techo.
Will, luego de algunos minutos, comenzó a tararear una canción que Jonathan le enseñó hacía algunos meses.
