Chapter 4

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Contempló con fascinación el frasco de galletas que solía ocupar un lugar destacado en la alacena de la cocina, esbozando una leve sonrisa

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Contempló con fascinación el frasco de galletas que solía ocupar un lugar destacado en la alacena de la cocina, esbozando una leve sonrisa.

No recordaba exactamente por qué había hecho esa promesa, pero aun así se aferraba a ella con determinación.

Había jurado nunca tocar las galletas favoritas de Byers, y Will nunca probaría las preferidas de Harrington. Optaban por disfrutar de otros sabores del paquete variado, manteniendo así su acuerdo tácito.

Sus ojos se llenaron de lágrimas que, sin contentarse con permanecer allí, caían abundantemente hacia el suelo de la cocina. En cierto momento, Aslan se encontraba aferrado al frasco. Con cada fibra de su cuerpo, sintiendo una mezcla de desesperación y dolor al recordar el cuerpo inerte de su amigo.

Seguía sin poder creerlo.

Era imposible.

Aslan no hizo intento en ocultar los sollozos que con mucho esfuerzo reprimió ayer. No podía. Cada momento que pasaba podía sentir como la angustia le oprimía su corazón

La idea de que Will hubiera partido, solo, y en medio de la oscuridad. Sin contar el miedo y la desesperación que seguramente había sentido, lo llenaba de un profundo pesar

En ese instante, más que nunca, deseaba que todo fuera solo una pesadilla de la que pudiera despertar y encontrar a Will a salvo a su lado. Pero la cruda realidad seguía golpeándolo una y otra vez, recordándole que Will ya no estaba

La angustia se apoderó de Aslan, su mente atormentada por la pérdida de Will y las malas lenguas en el pueblo, hizo que perdiera el control. Con ambas manos temblorosas y la irá subiendo en su cuerpo, lanzo el frasco de vidrio hacia la puerta. Al observar cómo el frasco estallaba en innumerables fragmentos que resonaban en la habitación como un eco de su propio tormento, Aslan sintió cómo las lágrimas continuaban fluyendo sin control.

—¡Aslan! ¡Detente!

Por primera vez, después de la noticia, Steve veía el rostro de su hermano con detalle. Sus ojos estaban rojos, las ojeras eran más notorias y sus labios temblaban.

—No entiendes, Steve. Ya no está, Will se fue—No tienes idea de nada. Despierto y lo primero que siento es un maldito agujero en mi pecho, consumiéndome—agarro con brusquedad su camiseta

Aslan se incoó, ocasionando que varios vidrios dispersos por allí, lastimaran su piel descubierta.

Steve no dijo nada, ni siquiera cuando vio sangre.

Las palabras simplemente no lograban salir de él. Nunca antes había visto a su hermanito tan vulnerable.

 Nunca antes había visto a su hermanito tan vulnerable

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Shut Up| Will ByersWhere stories live. Discover now