"𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪𝘦́𝘯 𝘦𝘭 𝘦𝘯𝘦𝘮𝘪𝘨𝘰 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭 𝘧𝘦𝘭𝘪́𝘻"
La complacencia en su sonrisa las veces que cometía sus más crueles actos hacia mí, eran los que sin ironía me hacían delirar. Sorprendentemente...
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☁️: 1792 palabras
Acarició sutilmente mi cuello hasta llegar a apretar el cabello detrás de mi nuca, volvió a devorar mis labios segundo por segundo, y a su vez lentamente me recostaba en la camilla. Me detuve antes de tocarla completamente con mi espalda.
—Gwi-Nam, espera. —lo detuve con mis manos en su pecho.
—¿Qué? —preguntó.
—Estamos en un apocalipsis, ¿Deberíamos hacer esto?
—Bueno, si nos vamos a morir, ¿Por qué no?
Suspiré. —¿Qué debería hacer entonces? —le cuestioné con los nervios en las palabras.
—Lo que te dije hace rato. —sonrió.
—¿Y qué me dijiste?
Giró mi cuerpo hasta ponerme derecha en la pequeña cama. —Hacer todo lo que te diga. —respondió antes de volver a besarme.
Cargó mi pierna para obligarme a ayudarle con la tarea de subir mi falda hasta mi cintura permitiéndole ver una excelente vista de lo que el uniforme le escondía todo este tiempo.
Sus manos se apoderaban de cada parte de mi cuerpo, haciéndome sentir suya con cada uno de sus deliciosos movimientos mientras aún me besaba con pasión. Jaló del moño escolar y de un segundo a otro lo tenía cara a cara.
—¿Qué pretendes, eh? —empecé a desabotonar mi camisa pasando en un segundo de un botón a otro sin quitarle la mirada de encima.
—Si lo sabes, sigue el juego. ¿Te parece?
—Me parece.
Él se puso de vuelta en pie, bajó el cierre de la chamarra, y dejó flojos sus brazos para dejarla caer quedando en la camisa negra que jamás se quitaba, y por primera vez lo tenía de frente para verla sin ella.
Cuando se descubrió el pecho, pude ver lo delgado que era, su abdomen era plano con las huellas del ejercicio y sus brazos eran torneados. Aún con la poca luz que destellaba de la cortina pude ver esa piel aceitunada, con ese perfecto bronceado natural que me hacía enloquecer y ahora al verlo medio desnudo me hacía perder el aliento.
Mientras tanto yo, también estaba con el pecho descubierto aunque todavía llevaba puesto mi sostén. Con mis propios pies saqué los tenis de mis pies y después con mis manos descubrí por completo mis piernas deshaciéndome de los largos calcetines blancos.
Yo me levanté, caminé por detrás de él tocando su cuerpo que estaba helado. Su piel se sentía como tocar las nubes, aún con las dentaduras que los zombies le dejaron me parecía extremadamente bella como para derretirme de lo placentero que era sentirle.
—¿Qué haces? —preguntó sonriente como si ya supiera que me estaba volviendo loca con todo lo que era él en ese instante.
—Quizá estoy viendo de todo lo que me he estado perdiendo.
