"𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪𝘦́𝘯 𝘦𝘭 𝘦𝘯𝘦𝘮𝘪𝘨𝘰 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭 𝘧𝘦𝘭𝘪́𝘻"
La complacencia en su sonrisa las veces que cometía sus más crueles actos hacia mí, eran los que sin ironía me hacían delirar. Sorprendentemente...
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Al amanecer estaba emocionada, dentro de dos días se cumplen dieciocho años desde que tomé existencia en este mundo, nuestro grupo de amigos lo saben y han estado muy calladitos desde antier. Durante esta última semana después de empezar de nuevo con Joon y reconsiderar lo nuestro entre Gwi-Nam y yo, estos días me han parecido menos pesados que los demás.
Incluso Gwi-Nam parece un poco diferente, pero no deja de sacarme canas verdes y hacerme enojar. Hace unos días llegaron donaciones de pinturas y lienzos para que los refugiados pudiéramos distraernos, aproveché esa gran oportunidad y comencé a trabajar en una pintura para Gwi-Nam.
Mis manos son milagrosas, y más por el hecho de que soy zurda. Sigo creyendo que eso me da el poder de saber dibujar tan bien como mi madre lo decía.
—¿Qué estás haciendo? —me tomó de sorpresa agarrando mi cintura.
—¡Gwi-Nam! —dejé caer el pincel al suelo— Ash. —miré la pintura y se había estropeado, después le miré frunciendo el seño.
—Oh, estabas pintando eso. —dijo lo obvio— Perdón, igual no era tan bueno.
—Idiota. —le miré de arriba a abajo.
Me agaché para levantar el pincel y nuestras cabezas chocaron.
—¿Por qué mejor no te vas? Me estás causando muchos problemas. —le dije sobando mi cabeza.
Tomó el pincel y me lo entregó. —Vine a verte, sería estúpido irme solo porque chocamos.
—Eso no, ya estropeaste mi pintura. Es muy importante para mí.
—La verdad creí que arreglabas el dibujo de un infante. —se burló.
Miré con inseguridad la pintura que estaba haciendo, y estaba desordenada, algunos colores no combinaban y bueno, quizá tenía razón. ¡Pero no era la forma de decírmelo!
—No importa lo que digas, para mí...
<<Debería de hacerlo, lo estás pintando para él>>
—Olvídalo. —remojé el pincel y después lo seque poniéndolo a la par de los otros que estaban encima de una manta— No tiene caso. —miré mi pintura.
Separé el lienzo del caballete y lo dejé en la mesa para al final ponerle mi firma como siempre solía hacerlo cada que terminaba con una obra. Sus comentarios me importaron mucho, pero aún tenía la estúpida forma de decir las cosas sin empatía hacia mí y nadie.
