"𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪𝘦́𝘯 𝘦𝘭 𝘦𝘯𝘦𝘮𝘪𝘨𝘰 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭 𝘧𝘦𝘭𝘪́𝘻"
La complacencia en su sonrisa las veces que cometía sus más crueles actos hacia mí, eran los que sin ironía me hacían delirar. Sorprendentemente...
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☁️: 1500 palabras
Al otro amanecer no le dirigí la mirada a Joon Jeong, solo fui directo a desayunar. Me levanté antes de las ocho, cuando todos se levantaban, quería sentar cabeza y desayunar en paz sin que alguien estuviera a mi lado quitándome la paz que me quedaba.
Pero sin esperar, On-jo también se había levantado.
—Vine a acompañarte. —sonrió con sus dientes.
Suspiré. —Bien... —sonreí falsamente— No esperaba que alguien me acompañara a desayunar tan temprano.
—Oh, es eso. Hoy iré a ayudar a los soldados con labores.
—¿Con labores?
Asintió. —Después de desayunar iré a acomodar las donaciones, dijeron que me darían ramyeon y otras cosas.
Reí. —Y tú les crees. —metí el tallarín a mi boca.
—Lo hice ayer en la noche con Cheong-san. —reaccionó— No, no, no, no hablo de eso. Me refiero a que fuimos a ayudar y nos dieron lo prometido.
—Increíble, algún día me gustaría acompañarlos.
—¡Sí! Solo que debes ir pronto, no a todos les dejan ayudar.
—Bien.
—Oye. —se acercó a mí.
—Dime.
—¿Tú... Y Joon Jeong están saliendo? —preguntó.
<<¿Qué debería decirle?>>
—No, solo somos amigos con cierto tipo de ventajas.
—¿De verdad? No creí que fuera eso... Es raro de verlo en alguien.
—Es cierto, pero es más emocionante que estar en algo serio. ¿Por qué no lo intentas con Cheong-san?
Me dió un codazo. —¡Obvio no! Lo nuestro va por algo más serio. —miró a la nada.
—Comprendo, están enamorados. —sonreí.
—Eso creo.
Después de desayunar, ella se fue dejándome sola en el comedor. Los chicos aún no se despertaban, lo que me daría la ventaja de perderme por ahí sin sentir sus pesadas miradas siguiéndome. Tomé el plato y puse los palillos encima de él para después ir a ponerlo en donde el lava trastes lo recogería.
Sentí que alguien tomó de mi sudadera pada hacerme sentar de nuevo, le miré enojada y no me sorprendí, era Gwi-Nam de nuevo.
—¿Quieres? —metió un pedazo a su boca de algo que olía delicioso— Es delicioso, sabe mejor crudo.
—¿Qué carajos quieres? —le pregunté de mala gana.
—Oye, estoy siendo generoso. Estoy invitandote de mi almuerzo. ¿Por qué no comes?
