❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝕴𝕴𝕴 ❧

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La niebla envolvía la gran estructura del castillo de la familia Bolat. Aquella construcción milenaria tenía enormes ventanales que parecían llegar hasta el cielo y sus deterioradas paredes estaban cubiertas de musgo y enredaderas que trepaban hasta lo más alto. El jardín, que era la parte que veías nada más entrar, tenía un aire oscuro y frío. Sus arbustos y flores yacían secas y sin vida. Todo estaba muerto.

Serkan observaba desde la torre más alta el mustio paisaje. Desde el último encuentro con Eda, aquella sensación que habitaba en su pecho cada vez se hacía más y más intensa. Era como si algo estuviera comenzando a despertar desde lo más profundo de su corazón. No entendía porque con ella sentía cosas que jamás llegó a experimentar. Queria odiarla, incluso acabar con su vida pero algo hacía que quiera saber más de ella. Lo estaba volviendo loco.

-¿Qué me estás haciendo Eda?—suspiró.—Tu olor abunda mis cinco sentidos como nunca antes lo había hecho alguien en tantos siglos.—caminó por la habitación.—Haces que sienta rabia pero a la vez me gusta que no me temas. Tú fuerza y determinación son un arma de doble filo para mi y estoy dispuesto a herirme con ella con tal de sentir de nuevo el dulce manjar de tus labios.—en su mente visualizó la imagen de ella.—Necesito verte de nuevo.—salió del castillo a toda prisa.

Se adentró en el bosque hasta llegar al río, sus aguas cristalinas y la vegetación que lo rodeaba aportaban paz y tranquilidad. A lo lejos, pudo divisar la silueta de lo que parecía ser una mujer sentada al borde de este. Su curiosidad lo estaba matando así que lentamente se acercó hasta allí quedando tras unos altos arbustos. Se dió cuenta de que la mujer que había allí era Eda y esta estaba rodeada de animales. No entendía el porqué de aquella situación. El conejo, el venado y la serpiente estaban juntos sin atacarse entre ellos. Sin atacarle a ella.

-Hola Gris.—saludó al puma que recién acababa de llegar.—Este pequeño quiere subirse sobre ti, ¿te importaría?—el puma agachó su cabeza dándole permiso.—Que lindo conejito tienes encima.—sonrío.—Tú también eres linda.—le dijo a la serpiente que se había colocado sobre sus piernas.—Bueno, ya debo volver a casa. Cuidaros mucho, ¿si?—los acarició a todos y se levantó.

-Adiós princesa.—se despidió Gris.

-No me digas princesa, ya sabes que somos amigos.—la miró.

-Alteza no puedo hacerlo. Usted es nuestra princesa.—se inclinó ante ella.

-Está bien. Ahora ve a cuidar de los más pequeños. Nos veremos pronto.—se despidió.

Eda, al comprobar que todos los animales se habían ido, se acercó más al río y cerró los ojos para escuchar el murmullo del agua correr. Comenzó a quitarse el vestido lentamente y lo dejó en la orilla para acto seguido entrar. Se sumergió y comenzó a nadar hasta llegar a la cascada, dejando que la fuerza de esta aliviara la tensión de sus hombros. Serkan, que aún seguía escondido tras los arbustos e impactado por lo que acaba de ver, no podía apartar la mirada del precioso cuerpo de Eda. Su ropa interior le cubría casi todo pero gracias a que estaba completamente mojada, esta se le ajustaba perfectamente a su figura. Parecía una diosa.

-Es perfecta.—susurró.

-¡¿Qué estás haciendo Serkan?!—le habló la oscuridad.

-Tan hermosa.—ignoró por completo a la voz que lo atormentaba.

Sus pies comenzaron a moverse por si solos hasta ella, era como si estuviera completamente hipnotizado por su belleza.
-Serkan, te ordeno que te detengas.—volvió a hablarle.

Eda comenzó a salir del agua estrujando su pelo con sus manos. Aquel baño realmente la relajó. Amaba los momentos que la naturaleza le regalaba. Al salir, se resbaló con una piedra que tenía musgo. Cerró sus ojos y esperó el impacto contra el suelo pero de repente sintió como unos fuertes brazos la envolvían.

𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora