❧ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖃𝕴𝕴 ❧

365 36 5
                                    

Suave, ligera, dulce. Así es la brisa de la noche que acaricia el rostro de Eda.
Con los ojos cerrados, se limitó a escuchar los sonidos que albergaban en el bosque. El estremer de las hojas de los árboles chocando entre sí por el aire, el ulular de los búhos escondidos en las ramas, el leve susurro del agua entre las piedras del río cercano. Aquella combinación tan mágica hizo que sus pensamientos fluyeran.

-La noche es tan bella, pero a la vez tan misteriosa.—suspiró.—Es como si llamara a hacer cosas inapropiadas...—Sacudió la cabeza tratando de evadir su mente.—Tranquila, Eda...

Una gran sombra negra comenzó a aparecer tras ella. La luz de la luna hizo que lo que había atrás se proyectará en el viejo armario de madera. Cada que se acercaba, iba creciendo más y más. Eda, que aún permanecía con los ojos cerrados, no fue consciente de lo que ocurría hasta que sintió unos labios fríos sobre su cuello que la hicieron estremecer. Rápidamente, volteó y comenzó a buscar con la mirada por toda la habitación tratando de ver en la oscuridad, pero no vio a nadie, más ya sabía de quien se trataba.

-Serkan, por favor, no compliques más las cosas.

-¿Así es como recibes a tus invitados?—salió de la oscuridad de la habitación y la luna lo iluminó.

-Suelo ser más formal con los que se lo merecen.—frunció el ceño al ver como el Strigoi esbozaba una sonrisa burlona.—¿Te crees que no sé que intentaste atacar el orfanato de nuevo?

-Eda.—se apoyó en el marco de la ventana con los brazos cruzados.—Desde que estás haciendo cosas impuras estás más alterada.

-Yo no he hecho nada.—se tensó al acordarse de que él podía leer sus pensamientos.

-Y yo soy santo.—soltó una carcajada.

-Serkan, lo único que hice fue besarte y porque tú lo hiciste. No he hecho nada más.—se cubrió mejor con la bata.—¿Por qué no me dices que haces aquí? Supuestamente eres un hombre muy ocupado, así que no sé que haces perdiendo el tiempo con una bruja blanca.

-Y lo soy, por eso ahora me estoy ocupando de ti.—Eda volvió a fruncir el ceño ante su respuesta.—¿Qué se supone que haces por las noches, Eda Yildiz?

-Pues pensar y dormir, ¿qué más haría?

-Tocarte, por ejemplo...—sonrío pícaramente.

-¿Tocarme?—trató de ponerle un significado a esa palabra en su mente pero no obtuvo resultado.—Sé más claro, Serkan Bolat.

-Por las noches, cierta bruja tiene un momento a solas con su sexo y la luna.—comenzó a detallar su figura por encima de la fina bata de seda.—Y yo, soy testigo de ello...

-No tengo necesidad de tal cosa.—respondió cortante.

-Todos tenemos necesidad de ello. Es normal en el cuerpo, Eda.

-Esta conversación no es correcta.—se ruborizó.—Ruego que te marches.

-¿Se te olvidó que el que da las órdenes aquí soy yo?—se acercó a ella lentamente.—Así es cómo te pones cuando te tocas.—acarició su mejilla lentamente.—Roja por el placer.

-Ya te dije que no lo hago.—soltó un suspiro al sentir su fria mano en su rostro.—Es más, ve con esas mujeres que son de tu agrado.—se apartó de él.

-¿Cómo sabes lo que me agrada? ¿Acaso vienes detrás de mi?—la siguió con la mirada mientras ella se movía por la habitación.

-No necesito ir tras de ti. Aquí el señor de las sombras eres tú.—respondió con sarcasmo y se tumbó en la cama para acto seguido arroparse.—Ten por una vez en tu vida la amabilidad de dejarme en paz.—aún seguía molesta por lo que hizo en el orfanato.

𝕊𝔼𝔻 𝔻𝔼 𝕋𝕀 》𝑬𝑫𝑺𝑬𝑹Where stories live. Discover now