Capítulo 10

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Un nuevo capítulo, perdón por la demora, pero me está costando encontrar tiempo para escribir después de regresar al trabajo.

Espero que les guste y que la espera haya valido la espera.

Abrazo

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Los señores de Skye organizaron una pequeña cena para darle la bienvenida a Gía, ellos, su hijo, Bertea y Arren fueron los únicos invitados pues no querían hacerla sentir abrumada en su primer día de regreso.

Solo Kevan se animó a llenarla de preguntas y su tío fue consciente de lo mucho que había crecido Gía, antes ella y su hijo competían por hablar, ahora solo él tenía rastros de niño, en cambio ella tenía el aplomo propio de una adulta, y era más lo que callaba que lo que decía.

-¿Hiciste muchos amigos?-preguntó el niño

-Sí, hice amigos. Conocí gente muy agradable- respondió ella y miró hacia Bertea, agradecía que la hubiese enviado a un lugar donde la sencillez de sus habitantes la había envuelto como una manta cálida.

-¿Nos extrañaste?- preguntó su primo y Arren la miró fijamente, ella desvió la mirada.

-Sí, Kevan, los extrañé.

-Ya déjala comer en paz, tendrá tiempo de contestar a tus preguntas, de a poco – intervino la señora de Skye amonestando a su hijo.

Cuando terminó la cena, Gía acompañó a Bertea y al volver se encontró con Arren.

-Dijiste que no teñirías tu cabello, que era el legado de tu madre – le recordó él.

-Allí tampoco había alguien con este color de cabello y no quería llamar la atención. A veces me pregunto si hay alguien más que tenga ese extraño color – dijo casi con pesar y Arren recordó que justamente aquellas hebras cobrizas lo habían guiado hacia ella aquel oscuro día

-Tus hijos – dijo él sin pensar y Gía lo miró sin comprender a qué se refería

-Puedes heredarle el color de cabello a tus hijos y así habrá alguien más – explicó él

-Es posible – respondió cauta, de pronto la conversación era extraña y parecía que los dos estaban incómodos. Eso le dolió, el tiempo era un orfebre caprichoso, no se sabía cómo podía alterar las relaciones entre las personas, antes le resultaba tan natural hablar y bromear con Arren y ahora no- Es tarde, me iré a descansar – dijo finalmente.

-Que descanses- la saludó él y se alejó, luego de dar unos pasos se giró y la llamó – Gía, me alegra que estés de regreso – dijo y luego siguió su camino.

En los días siguientes , Gía volvió a incorporarse a la vida en Skye, regresó a trabajar en el dispensario junto a Bertea y a ayudar en otras tareas del castillo. Ahora no era tan torpe como antes.

Cuando Arren fue a la liza a entrenar, esperó verla llegar a observarlo como antes, pero eso no sucedió. Probablemente esa niña ya no existía.

La vio aparecer una semana después, cuando Kevan la arrastró con él para que lo viera pelear.

-He mejorado mucho- exclamó mientras traía su prima consigo- Arren no me deja escapar de ningún entrenamiento.

-Justamente esa es la idea de entrenamiento, Kevan, que aprendas, no que te escapes- le dijo el capitán y miró a Gía. Fue entonces cuando entendió que a ella ahora le resultaba difícil ver las peleas, porque los recuerdos que la lastimaban seguían allí –Puedes seguir con tus tareas, este niño no ha mejorado tanto, solo presume- le dijo para librarla.

El Capitán y la SanadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora