Capítulo 11

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¡Hola! Retomo esta historia, Gía y Arren están de regreso,  aún no está terminada pero pretendo terminarla ( siempre que no se cruce nadie como pasó con la gente de Dorset)

Gracias a los que esperaron y preguntaron por ella.

Hay algo raro con las historias pausadas y es que uno pierde un poco el tono que tenía, porque cada historia tiene un tono diferente, voces diferentes y su propio estilo. A veces cuesta retomarlas justamente por eso, porque de alguna manera las hemos perdido.

Espero les guste. Abrazo

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Aquella mañana, Arren se había detenido junto a las cocinas al escuchar voces familiares.

-Parece que nuestra joven dama aprendió a cocinar mientras estaba en Berem- la molestaron las mujeres a Gia.

-Antes también cocinaba - se defendió ella.

-Quemabas las cosas- dijo la cocinera principal- a menos que fueran brebajes. Y cualquier cosa

que cocinabas sabía justamente a medicina. Hacíamos lo posible por evitar que entraras aquí. Y jamás pensé que llegaría a ver el día en que cocinaras algo comestible.

-Soy muy buena ahora, hago exquisitos guisados – presumió ella .

-Entonces mi joven señora tal vez ya sea hora de casarte. Has crecido , ya tienes edad, y puedes mantener a un hombre alimentado- dijo la mujer que al ser una de las más antiguas en el castillo de Skye no tenía reparos en la forma de tratarla.

-Sigo siendo mejor sanadora que cocinera, y no está en mis planes casarme- aclaró ella- Pero les daré de mi guisado por todos los años que me alimentaron y los años que sufrieron mi mala comida, según acabo de enterarme – dijo ella y Arren se asomó en aquel instante.

-Si es recompensa por tus antiguos potajes, también lo merezco- dijo y se acercó a buscar un cuenco y llevárselo junto a la cocina para que le sirviera. Gía lo miró sorprendida -¿No vas a darme comida? – preguntó él señalando la olla y ella asintió. Le sirvió con el cucharon. No lo recordaba así, casi no reconocía a este Arren, era como si hubieran intercambiado papeles. Antes siempre parecía ignorarla o huir de ella, mientras ella lo perseguía.

-¿Y? – le preguntó porque no quería dar indicios de su turbación.

-Sabe bien- dijo él- no sé si para conseguir marido, pero es comestible .

Gía se sorprendió por aquellas palabras, él había escuchado todo lo que habían estado hablando. Recordó el pasado, recordó las veces que le había dicho que él sería su esposo y por la forma en que Arren había resaltado la palabra "marido" , probablemente él también lo recordaba.

-Tengo que ir con Bertea- se excusó y prácticamente huyó de la cocina.

Gía estaba en el solar junto a su tía, pero su mente estaba en otro lado. Como antes, sostenía con desgano e l bastidor entre sus manos.

-Escuché que aprendiste a cocinar en Berem, pero creo que no paso lo mismo con el bordado- observó y la joven le sonrió.

-Se necesitaría más que tres años, y más que una estadía en Berem para que yo aprenda a bordar ,tía, pero sí aprendí a remendar ropa, me ayudaba a que mis dedos fueran más ágiles con las heridas, pero sigo sin lograr flores y mariposas.

-Yo creo que lo que haces es suficiente y admirable, no todos nacemos para lo mismo. Te extrañamos mucho, me alegra que estés de regreso y de verte tan crecida.

-¿También crees que he cambiado?

-Todos cambiamos, Gía, es parte de la vida y a veces lo hacemos más bruscamente por las circunstancias. Pero yo sigo viendo a mi Gía, aunque ya no es una niña, sino una mujer que piensa un poco más las cosas antes de actuar. Pero mírate, sigues sosteniendo ese bastidor como lo hacías antes y sigues inquieta encerrada en un solar.

-Me gusta acompañarte.

-Lo sé, pero estás más feliz afuera. Has cambiado, pero sigues siendo tú. ¿Qué te parece si vamos a comer algo?- le preguntó y Gía asintió.

Su tía se puso de pie, pero algo le sucedió.

-Gía...-susurró y se desvaneció. La joven alcanzó a sostenerla para que no se golpeara, pero al verla desvanecida y pálida, se puso nerviosa. La frialdad que tenía para atender a otros, desaparecía si era uno de los suyos.

-¡Ayuda!- gritó sin soltar a la mujer que sostenía entre sus brazos en el suelo. Una de las criadas de su tía llegó y corrió a pedir ayuda, en unos instantes su tío, Arren y Kevan estaban allí.

- Busca a Bertea- le ordenó ella a su primo que salió corriendo a cumplir el pedido

- Vivienne, ¿qué sucedió? – preguntó el señor de Skye yendo hacia su esposa.

-Se desmayó -explicó Gía- Ayúdame a llevarla a su habitación- dijo y su tío levantó en brazos a su mujer. Ella lo siguió preocupada. Arren, fue a su lado y le puso una mano en el hombro, había notado la inquietud de la joven, por un segundo volvió a verla como una niña asustada y vulnerable.

-Ella estará bien- le susurró y ,su toque junto con su voz devolvieron a Gía la tranquilidad para actuar hasta que llegó Bertea.

Entre ambas y con la ayuda de Arren lograron sacar de la habitación al señor de Skye para atender a su esposa con tranquilidad.

Bertea logró que la mujer reaccionara con una de sus esencias de hierbas y la revisaron, un rato después dejaron entra a su muy asustado esposo que fue corriendo hasta su lecho al verla despierta. Arren y Kevan lo siguieron, pero se quedaron atrás.

-Tendremos un bebé- anunció Vivienne de Skye

-¿Qué?- preguntó su esposo sorprendido.

-La señora está embarazada- anunció Bertea.

-Felicidades- les dijo Gía visiblemente aliviada e intercambio miradas con Arren y Kevan para confirmarles que era verdad.

-Todos estos años...- dijo su tío tomando las manos de su esposa, porque después de Kevan no habían vuelto a tener otro hijo.

-Creo que será niña- dijo Vivienne. Estaba pálida aún pero se la notaba feliz.

-¿Una niña?

-Sí, ahora que Gía ya es mayor, tendremos otra niña, quizás esta si sepa bordar – dijo bromeando mientras miraba a su sobrina. Y entonces Gía fue consciente de lo mucho que amaba a aquella mujer. No era su madre y había llegado en sus primeros años de vida, pero era verdad que la había cuidado y amado como una hija, al menos tanto como ella lo había permitido. Extrañamente sus ojos se llenaron de lágrimas, extrañamente, de pronto sintió que volvía a ser parte de aquel lugar, que siempre lo había sido porque para las personas que estaban en esa habitación siempre había sido alguien preciada.

-Me encantaría tener otra niña- dijo el señor de Skye- soy bueno criándolas- agregó con orgullo.

-Creo que los dejaremos solos, por ahora ella necesita descansar y ya buscaremos algo que ayude con mareos y desmayos- dijo Bertea e hizo un gesto con las manos para echar a los demás.

Todos salieron de la habitación dejando solos a los señores de Skye para que disfrutaran de aquel momento.

-¿Tendré una hermana? – preguntó Kevan entusiasmado.

-Eso parece – respondió Gía y le revolvió el cabello de su primo.

-Lo cierto es que ahora serás un hermano mayor- le dijo Arren

-Yo espero que no sea tan problemática como tú- agregó Bertea a su discípula pero la miró con cariño infinito – Parece que llegan los días felices para Skye- agregó y Gía quiso creer que era así. Arren también.

El Capitán y la SanadoraDove le storie prendono vita. Scoprilo ora