Capítulo 1

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Nunca pensé que mi sueño iba convertirse en realidad. Viajar a la ciudad del amor, la ciudad de la luz o como prefiero llamarla, la ciudad de mis sueños. Crecí en un pequeño pueblo del estado de Wisconsin, junto a vacas, ovejas y muchos animales, por lo que era una chica de campo que soñaba salir lo más lejos de aquel lugar. 

Tuve una infancia feliz y no puedo negarlo, mis padres me dieron todo lo que pudieron. Nuestra granja no daba para tener lujos como cruzar el Atlántico, pero visité Disney y pude conocer Nueva York, la ciudad que me adoptó desde que estudié en la Universidad que lleva su nombre

.Ahora aquí frente a la Torre Eiffel, él ícono mundial de los parisinos, puedo decir que mi sueño se ha vuelto realidad. Mi jefa me ha traído como su asistente a una de las convenciones más importantes del mundo, y estamos aquí para hablar sobre el calentamiento global y discutir con los líderes más poderosos del planeta.

La senadora Leah Murray es la mujer más importante de la política, luego de Hilary Clinton. Y les puedo asegurar que ella sí llegará a ser Presidente de los Estados Unidos de América. También les digo que es la segunda mujer que más admiro, luego de mi madre.

Mi mamá es veterinaria y se casó con mi papá al graduarse. Lo ayudó a levantar la granja y también a criar a cuatro niños que tenían temperamentos diferentes; todo, compartiendo su profesión. Cuando la senadora la conoció, sintió admiración por mi progenitora y dijo que América necesitaba muchísimas mujeres como ella.

Ajusto mi cazadora ya que estamos entrando en el invierno. Rebusco en mi bolso por mi móvil, tomo una foto a la torre, luego un selfie, guardo el aparato y comienzo a andar. Muchas veces hemos pensando en el andar de nuestras vidas y en las decisiones que tomamos, esas que nos llevan por caminos llenos de rocas o empinados. Pero también hemos pensado que tal vez algunos llanos, nos hacen llegar un poco más rápido. Distraída en mis pensamientos, me pierdo por las calles de París hasta llegar al centro de convenciones. Antes de entrar, suspiro: hoy es el único día que tengo libre, sin embargo, debo dejar una memoria con las diapositivas que mi jefa expondrá mañana.

Al entrar, me percato de que todos los asistentes parecen que estar haciendo lo mismo que yo. Tomo mi lugar en la fila y como siempre saco mi móvil, que sirve de agenda (hasta de computadora portátil). Leo los correos que debo contestar con urgencia y actualizo la agenda según las últimas indicaciones de mi jefa, quien tiene los días copados y los míos junto a ella. Conforme va avanzando para entrar a la oficina, voy cumpliendo con mis deberes de asistente. Distraída en la pantalla tropiezo con algo y caigo, pero unos brazos me sostienen evitando mi estrépito desplome contra el suelo. Al alzar mi cara, me quedo sin aliento al encontrarme con la mirada divertida de un hombre muy guapo.

—Por poco caes al suelo —me dice en tono de burla con un marcado acento francés.

Me sostengo de su bíceps, me impulso para levantarme y él me ayuda a incorporarme. Incómoda, arreglo mi ropa mientras me observa sonriente.

—Jean Paul— me ofrece su mano—. Encantado.

—Ashely —correspondo el gesto —. Yo igual.

—Es tu turno, Ashely. Y ten cuidado con el escalón esta vez —Me señala el escalón que no vi y me sonrojo.

—Gracias —Me agacho para tomar mi móvil y al entrar a la oficina, hago todo tan rápido y salgo con la esperanza de encontrarlo de nuevo e invitarle un café. 

Me decepciono cuando no lo encuentro, suspiro pensando que seguro mañana lo volveré a ver y con eso en mente, regreso a las calles de la ciudad de mis sueños. Me siento en una cafetería con las mesas y los manteles a cuadros. Cerca suena La vida en Rosa cantada por una chica. Mi momento ideal al fin se ha vuelto realidad.

Un beso en ParísWhere stories live. Discover now