Capítulo 3

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Jean Paul Bélanger nació en París el 30 de junio de 1976. Hijo de Louis Bélanger, activista político y de Paule Bélanger, arquitecta. Ojos de color castaño, cabello de color castaño oscuro, tez morena... Altura: un metro noventa y pesa ochenta y ocho kilogramos. Estudió en los mejores colegios parisinos y desde muy joven fue activista político. Viajó a los Estados Unidos y estudió en Yale, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía. A los diecisiete años junto a su padre, estuvo en la fundación de la Unión Europea. A los veinticuatro, fue elegido como el senador más joven de su país y desde los treinta años, ha representado a Francia en diversos cargos en la UE.

El hombre más codiciado de Francia ha salido con diversas modelos y figuras públicas sin llegar a casarse. Su última relación fue con una de las princesas de Grecia, pero sin llegar a nada más. La verdad es que Wikipedia puede darte la información detallada de cualquier persona, siempre y cuando alguien la actualice; por eso amo a san Google y esta página.

Arthur se sienta a mi lado y coloca un chocolate frente a mí; subo la mirada y sonrío. Él es el jefe de seguridad de Leah y un gran amigo. Desde hace meses me confesó que le atraigo, sin embargo, no siento lo mismo por él

.—Gracias —murmuro.

Estoy segura de que para él tampoco pasó desapercibida toda la escena con Jean Paul. Es que ni yo puedo salir de mi asombro. Muchas veces el destino puede sorprenderte, y les juro que creí que era un asistente de alguien, pero... era nada más y nada menos que el organizador de esta convención mundial.

—Estás preciosa, Ash —me halaga y yo sonrío.

Él es un hombre guapo, caucásico, ojos azules y cabello rubio. A primera vista parece un hombre rudo pero cuando lo tratas, puedes darte cuenta de que solo está concentrado en su trabajo. 

— Arthur...

— Ashely...

Sonreímos y guardo la tableta en mi bolso. Estoy segura de que más tarde me ayudará a no desmayarme. Él se levanta y eso me indica que ha llegado la hora, por lo cual lo imito. Mi jefa y el senador se están dando la mano. Alejados y atentos miramos la escena. Sé que para Leah lo que logre en estos días será fundamental para que el partido demócrata la postule como candidata a las presidenciales. Ella se despide y comienza a caminar hacia a la salida, Arthur se adelanta para protegerla y yo camino rezagada. Al llegar a la mesa me detengo y digo:

—Senador.

Él esboza una sonrisa que podría competir con la Torre Eiffel de noche y toma mi mano para dejar otro beso casto.

—Ashely.

Salimos del lugar y subo al auto un poco sonrojada. Mi jefa se queda mirándome divertida por mi reacción. Suspiro y le explico:

—Ayer cuando fui a dejar la memoria, casi me caigo al tropezarme. —Escondo mi mirada—. El senador me rescató de no caer.

—Interesante —murmura.

—Vi poco relevante comentarlo —me disculpo.

Leah suelta una carcajada.

—Ashely, llevo conociendo a Jean Paul desde que nació y nunca lo había visto comportarse así con una chica.

Giro mi rostro y la miro, ella sonríe y muchas veces esa sonrisa me recuerda a mi madre. Ella toma mi mano.

—¿Nunca viste las fotos de toda la información que te envié sobre él? —me interroga con interés escondo mi mirada. Nunca me interesé en ver sus fotos cuando debía estudiar su currículo. Me siento avergonzada por mi error—. No sucede nada, Ash —me asegura.

—Pero senadora...

—Ashely, ¿cuántas veces voy a decir que soy Leah en privado?

Exhalo y vuelvo a mirarla. Parece que toda la situación le divierte, pero yo solo deseo salir corriendo y ocultarme.

—Lo siento, no pensé que fuera importante saber cómo luce.

—Muchas veces debes ser más curiosa, pequeña. Tal vez así la vida dejaría de sorprenderte.

En este justo instante nos detenemos y salimos del auto. Llegó lo verdadero, lo que causa desafío tanto a ella como a mí, y le pido al Universo que me ayude.

Un beso en ParísWhere stories live. Discover now