Capítulo 4

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El primer día es una locura en la convención. El almuerzo fue prácticamente interrumpido por más de un representante de estado; la senadora ha ido y venido.

Realmente admiro su entereza y su inteligencia, ya que apenas han pasado dos meses desde la muerte de Luke, su esposo y compañero de vida. Los dos nunca pudieron tener hijos, por lo que creo que ella me ha tomado tanto cariño.

Cuando llegamos al hotel, la acompaño hasta a su habitación y le recito su agenda para el segundo día. Creo que Leah todavía no sale del ensueño donde todos se levantaron a ovacionarla luego de su discurso. No puedo negar que me sentí orgullosa al saber que muchas de esas palabras fueron escritas por mí; ella solo me pregunta si me di cuenta que todos aplaudieron.

Sonriente me levanto y la felicito:

—Estoy muy orgullosa de ti, Leah. —Me acerco con un vaso de agua y su pastilla para los nervios—. Ahora es tiempo de descansar.

—Hasta mañana, pequeña.

Salgo de la habitación y me escapo al bar del hotel, tengo que celebrar por ella y también me caería bien una copa de buen vino francés.

Entro al piano bar y en el escenario, hay una mujer de unos cuarenta años cantando una canción de Edith Piaf. Camino hasta la barra y subo al taburete con cuidado, siempre recuerdo la vez que me caí estando ebria en un pub de Nueva York.

—¿Una copa de vino? —me pregunta el barman.

—Sí, por favor —le respondo con lo poco que sé de francés.

Puedo intuir que ella no se arrepiente de nada y puedo identificarme, pues en los años que llevo trabajando para la senadora, he sacrificado amigos, familia y hasta mi relación con Finn. Quizá con él nunca hubiera llegado a nada, yo siempre he sido una chica de campo y él siempre se ha conformado con ser él.

Estoy absorta en mis pensamientos dándole vueltas a la copa, pero no puedo evitar sobresaltarme al escuchar mi nombre.

—Ashely Wilson.

Esa voz y ese marcado acento francés lo reconozco. Llevo un día entero escuchándola a los lejos y admirando al dueño.

Me giro y me encuentro con Jean Paul Bélanger, mirándome con una sonrisa en sus labios. Lleva solo el pantalón y la camisa blanca arremangada, ya no hay rastros su corbata o americana, parece un hombre sencillo que ha venido a la cita con la chica que le gusta.

—Senador —lo saludo.

Él toma asiento a mi lado sin importarle que no le haya invitado. Toma mi mano, la lleva a sus labios y por primera vez, percibo ese toque electrizante que es capaz de hacerme callar mientras nos observamos con atención.

—Así que ayer no sabías quién era yo —me asegura.

Me sonrojo, ese pequeño error no lo olvidaré jamás.

—No. Pensé que eras un asistente más —contesto.

—Interesante —murmura y luego suelta una risita—. Me gustaría invitarte a ver París de noche. Leah me contó que es la ciudad de tus sueños y no podría perdonarme el no cumplir uno de ellos.

—Senador...

—Jean Paul. Esta mañana lo dijiste y mi nombre en tus labios suena perfecto.

Me sonrojo de nuevo. No sé qué tiene este hombre pero en mis veintiocho años, nunca me había ruborizado tanto.

—Jean Paul es que no puedo— me disculpo y busco una excusa—. Mañana debo salir muy temprano con la senadora.

—No aceptaré un no por respuesta. Solo se vive una vez, Ashely. Y te estoy invitando a vivir tu sueño —Me ofrece su mano—. ¿Aceptas?

Y por primera vez en mi vida, tomo las riendas de mis sueños y le doy mi mano. Me hala un poco obligándome a bajar y cuando lo hago, casi que corre para salir de ahí.

Un beso en ParísWhere stories live. Discover now