Capítulo 8

184 11 2
                                    

Bailar en sus brazos es como levitar sobre una nube de algodón, pero esas que parecen de azúcar y en ellas hay miles de unicornios, sirenas y hasta hadas. La noche no podría ser más perfecta y aunque Jean Paul está ocupado tratando de atender a más de doscientos representantes, se toma el tiempo suficiente para no descuidarme.

Me ha presentado a todos como su novia y aunque nunca me lo ha pedido, siento que lo soy por la manera tan atenta en la que me trata. Leah se despide temprano y nosotros nos quedamos hasta ya pasada la medianoche.

El cantante de la banda termina una canción y dice:

—Esta noche me han pedido que cante, Save the last dance for me. —Sonríe —. Senador Bélanger, espero que su chica siempre baile con usted.

Jean Paul se levanta de la mesa, me ofrece su mano y me sonrojo cuando percibo todas las miradas puestas en mí. Suspiro y acepto bailar con él cuando las primeras notas de la canción de Michael Bublé comienzan a sonar.

—Sueño con llegar a casa y encontrarte en el sofá, colocar una canción para sostenerte entre mis brazos y danzar hasta que no podamos más —me dice al oído.

—Jean Paul...

—Me estoy enamorando de ti —me confiesa.

Busco su mirada y en sus ojos puedo ver que es cierto, que en nuestros corazones comienzan a emerger sentimientos que nunca entenderemos.

—Y yo de ti.

Sonríe y acerca sus labios a mi mejilla para dejar un beso. Bailamos sin dejar de mirarnos, transmitiéndonos todo lo que necesitamos, esas palabras no dichas que muchas veces quedan mejor en silencio.

Cuando la canción termina, toma mi mano y me saca del salón. Me rio cuando subimos al auto y me abraza contra su cuerpo.

—¿A dónde vamos? —le pregunto.

—A cerrar con broche de oro esta noche.

Dejo que este pequeño cuento de hadas llegue hasta donde debe llegar y por primera vez, siento miedo a dejar ir a alguien. No puedo creer que este hombre pueda significar tanto en tampoco tiempo.

Toma mi mano y se la lleva a los labios, no deja de besarla hasta que la posa en su muslo y la aprieta. Me recuesto en su hombro y suspiro. Se siente tan especial poder sentirme así.

El auto se detiene y en la oscuridad no puedo reconocer en dónde estamos, aunque tampoco es que ya conozco París al dedillo. Bajamos y caminamos por un hermoso parque, es inevitable que no dibuje una sonrisa cuando me doy cuenta hacia dónde nos dirigimos: La Torre Eiffel. Llegamos y él parece haber preparado todo. Son más de las dos de la madrugada y aquí están recibiéndonos, vamos a subir.

El ascensor nos espera como los únicos visitantes y Jean Paul se abraza a mi cintura, pego mi cuerpo al suyo y cierro los ojos.

—Parece un sueño —murmuro.

—Pero es real.

La campanilla nos avisa que hemos llegado y bajamos del ascensor. Desde aquí se ve la ciudad y parte de Versalles. Por supuesto, el lugar es lo más romántico del mundo.

Nos acercamos y Jean Paul se queda de pie en el medio, toma mis manos y exhala tomando valor, cualquiera pensaría que me propondrá matrimonio.

—Te dije hace cuatro días que el amor no es cuestión de tiempo. —Respira hondo y aprieta mis manos, nuestras miradas se cruzan y me pierdo en sus ojos oscuros que brillan como un cielo estrellado—. Sé que dentro de dos días tomarás un avión para regresar a casa, pero no puedo dejarte ir sin antes confesarte que me estoy enamorando de ti, Ashely.

—Jean Paul... —musito su nombre.

—Es rápido y puede darte miedo, pero cada día me enamoro de tu forma de mirar la vida y la convicción de tus ideas. Hace mucho tiempo no me sentía tan a gusto con una mujer como me siento contigo. No te pido que te quedes aquí conmigo, sería egoísta pedir algo así, pero...

—¿Pero?

—Me gustaría que me dieras la oportunidad de visitarte y que me visites cuando nuestras agendas estén libres.

Sonrío.

—Me encantaría.

Jean Paul suelta mis manos y me atrapa de la cintura. Cuando estamos muy cerca, besa mi coronilla y me pregunta:

—¿Quieres ser mi novia?

Yo subo un poco el rostro y beso sus labios. Me atrapa y nos besamos como si el mañana no existiera.

Aquí, en esta pequeña burbuja de amor de amor, los dos nos trasmitimos lo que deseamos sentir.

Cuando rompemos el beso, tomo sus mejillas con mis manos y a él le se ilumina el rostro.

—Sí, acepto ser tu novia.

Jean Paul me alza y vuelve a besarme bajo un cielo despejado y estrellado, el cinturón de Orión nos indica que pronto se acercan las fiestas y que este frío noviembre se convirtió en el mes más hermoso del año.

Un beso en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora