Día 4.

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Era extraño, la habitación de Dazai estaba sospechosamente tranquila, era su día de descanso y regularmente el suicida aprovechaba para molestar a sus compañeros, o salir en busca de una hermosa chica para cometer suicidio doble, o simplemente emborracharse con sake barato, sin embargo, Kunikida sabía que algo no andaba bien, pues Dazai había terminado todo su trabajo a tiempo y diligentemente se había dirigido a su cuarto en cuanto la jornada terminó y desde entonces no había visto luces de él.

En circunstancias normales, Kunikida no estaría empleando su valioso tiempo libre en pensar en su compañero, pero este tiempo era diferente, habían estado enfrentando a diferentes enemigos poderosos en un lapso corto, por lo cual Fukuzawa le había pedido como un favor especial que vigilara a los miembros de la agencia, y como siempre el mayor problema era Dazai.

Cuando Kunikida llegó al cuarto de Dazai se sintió incómodo, ya no solo era extraño, sino que temía lo peor, estaba tenebrosamente silencioso y obscuro. Vacilante se animó a tocar la puerta, después de todo, él si tenía modales, aunque se tratara de Dazai.

Nada.

Tocó otra vez, un poco más fuerte y escuchó claramente el movimiento de botellas vacías caer al suelo, el grito de dolor de un meñique estrellado contra un mueble y el cerrojo de la puerta abrirse.

Era el peor de los casos; Dazai había pasado la noche con alguien.

Con un suspiro contenido, Kunikida pensó que esperaría a que la puerta fuera abierta y a que el suicida despidiera a su cita, para luego proceder con el sermón correspondiente, sin embargo, a quien se encontró en la entrada no fue a Dazai.

La situación era mucho peor de lo que imaginó.

— ¡¿Qué?! — gritó el pelirrojo.

— Ehhh — contestó elocuentemente Kunikida.

— Es Kunikida kun — se oyó en el fondo la voz de Dazai — ¿Soy requerido para algo? Me temo que no podré acompañarlos, estoy algo ocupado —

La puerta se abrió más, exponiendo una vista aún más perturbadora; Dazai estaba colgando de cabeza desde una viga del techo con una cuerda que lo sostenía de sus pies y que al mismo tiempo amarraba sus manos a su espalda, lo suficientemente larga como para que Chuuya lo meciera y ajustara las ataduras para que le cortaran o regresaran la circulación.

Lo que fue aún peor fue la sonrisa con la que Osamu recibió a Kunikida.

— ¿Qué hacen? — se escandalizó el agente.

— No lo entenderías Kunikida kun — contestó Dazai — Sólo diré que Chuuya tiene unos fetich...

— Es el segundo método de tortura más leve — contestó el pelirrojo tirando de la cuerda, causando que Dazai se retorciera.

— Parecen disfrutarlo — los juzgo el rubio.

— Si — contestaron al unísono Dazai y Chuuya.

— Supongo que es una visita rutinaria — habló Dazai — Como ves, estoy aprovechando mi tiempo libre sin molestar al prójimo, puedes irte — dijo mientras intentaba hacer un ademan con su mano para que Kunikida se fuera.

El agente suspiró y se arregló sus lentes — Comprende Dazai que, en estas circunstancias no puedo simplemente irme, un miembro importante de la Port Mafia entró en las habitaciones de la agencia y en teoría está "torturándote" —

— No tengo ningún interés por la pocilga en la que viven y no vengo como ejecutivo, esto es personal —

— Ya veo — Kunikida analizó la situación por un segundo y luego un grito se le escapó — ¿cómo que personal? —

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