Capítulo 12

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El avión se mueve por la pista traqueteando

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El avión se mueve por la pista traqueteando. Da la impresión de que, en algún momento, se va a desmontar y nos quedaremos con el culo en el asfalto. Marcus, a mi lado, gruñe cuando el avión da una última sacudida antes de despegar por fin. Acto seguido, entrelaza nuestros dedos. Prácticamente no nos hemos despegado en las últimas veinticuatro horas. Después del jacuzzi nos metimos en la cama y charlamos hasta que el hambre nos obligó a salir a la calle. Luego dimos un paseo por Maintown, cenamos en el primer lugar que encontramos y regresamos al hotel para seguir hablando.

Con él siento que los temas de conversación nunca terminan. Son infinitos, al igual que sus caricias. Marcus nunca parece cansarse de mi contacto y me busca inconscientemente y yo estoy empezando a hacer lo mismo.

Apoyo la cabeza en su hombro y bostezo. Aún me parece increíble que hayamos pasado dos noches juntos y que él siga respetando mi espacio. Ni siquiera intentó nada en el jacuzzi y tampoco cuando dormimos juntos por segunda vez, pese a que era evidente que lo estaba deseando. Que ambos queríamos hacerlo.

Pero aún no me siento preparada.

Me da la sensación de que, en lo que se refiere al sexo, he retrocedido hasta mi adolescencia. Es como si fuera virgen de nuevo, como si toda la experiencia que había adquirido durante los últimos años se hubiera esfumado a la vez. Siento el mismo miedo de las primeras veces enroscándose en la parte baja del estómago y también los nervios de anticipación.

Me da la impresión de que se ha activado una cuenta atrás y que, en cualquier momento, el contador va a llegar a cero. Es evidente que Marcus no va a esperar toda la vida a que me decida y yo tampoco me siento capaz de controlarme lo suficiente como para esperar tanto tiempo, pero lo que me aterra es cómo voy a reaccionar cuando eso suceda, cuando vayamos tan lejos.

No quiero entrar en pánico y fastidiarlo todo.

En un intento por despejarme, hago una lista de los libros que quiero leer este año, separándolos entre los que ya he comprado y los que no. Hay muchos, más libros de los que podría leer con el tiempo del que dispongo, pero cada año lo intento igual.

Cuando me canso de las listas, me quedo dormida sobre el hombro de Marcus y, al despertar, el avión ya está aterrizando. Nos despedimos en el aeropuerto y Marcus me paga un taxi hasta mi casa porque a él aún le espera un día increíblemente largo. Por lo que me ha contado, tiene que reunirse con su padre en apenas unas horas para ponerse al día y, en sus palabras, volver a tener otro de esos días de padre e hijo que su padre parece adorar últimamente.

CatfishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora