Capítulo 16

3K 321 323
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Hay una especie de efecto catárquico en regresar a un lugar donde te lamiste las heridas y transformarlo. Al mirar a mi alrededor, me fijo en que la lámpara de Aladdin sigue sobre el escritorio, pero ya no hay rastro de la caja de música ni de las postales. Los cajones de mi escritorio están medio vacíos: Al parecer, mi vida anterior orbitaba en torno a una sola persona y los demás elementos solo eran pequeños asteroides perdiéndose en la inmensidad de lo que éramos nosotros dos.

Además, toda la ropa que me quedaba en esa habitación es de una talla demasiado pequeña, así que ahora está en otra caja, destinada a la beneficencia. Seguro que alguna adolescente agradecerá mi chupa de cuero, mis tops de colores y los vestidos cortos.

También he llegado a la conclusión de que es imposible conocer del todo a las personas porque están en constante cambio. Son como un libro con capítulos infinitos: si no llevas la lectura al día, no vas a saber nada de lo que está pasando.

Me siento un poco así cuando mi madre me habla de sus nuevas aficiones. Está aprendiendo a hacer la manicura y me enseña un set completo de uñas de plástico con dibujos que ha hecho ella. Cuando le pregunto por el cuadro de un acantilado que hay colgado en el salón junto a una foto mía con tres de mis primos pequeños posando alegremente en la playa, se encoge de hombros con desgana.

—Es algo que soñé —me dijo con una nota extraña en la voz.

—¿Con qué soñaste?

—Con una casa en un acantilado, una hermosa chica que consigue sus sueños y una especie de... Cosa de sombras. Como un dios o algo así. Era bonito.

Recordaba vagamente esos detalles, eran personajes de un libro que leí hacía mucho tiempo, pero dudaba que mi madre lo hubiera abierto. Quizá se quedaron atrapados en su subconsciente a fuerza de oírme hablar de ellos.

—Tienes sueños un poco raros. Igual deberías hacértelo mirar.

—Dijo la que soñó con Britney Spears.

Luego, mientras mi padre disfruta de una de sus siestas de campeonato, vemos una película y comemos palomitas y, cuando él se despierta, salimos a dar un paseo y aprovecho cuando pasamos frente a una juguetería para comprarle el castillo a mi prima. Se lo llevamos esa misma tarde y ella se emociona tanto que termina llorando para después obligarme a pasar la tarde sentada junto al castillo y jugar a los príncipes.

Los tres días que paso con mis padres vuelan delante de mis ojos y, aunque mi madre no me lo confesó en ningún momento, sé que mantuvo a raya al resto de mi familia para protegerme.

Cuando nos despedimos en la estación de autobuses, mi madre ya es un mar de lágrimas otra vez.

—Prométeme que vas a volver antes de que pase otro año —me suplica.

—Por supuesto. Y vosotros también podríais visitarme.

—Deberíamos, así conozco a ese chico del que me hablaste.

CatfishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora