VEINTICUATRO

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El amanecer nos encontró buscando entre las calles de Canterbury. Cuando el futuro rey se despertó, nos ordenó reunirnos con él en su sala del consejo. Allí sentada, delante de un Athel con los puños fuertemente cerrados sobre la mesa y una reina caminando con ansiedad por toda la habitación, sentía que el mundo me acababa de sacudir.

-No consigo entender qué hace la futura reina correteando por las apestosas calles en mitad de la noche -espetó Godric. Me miró de arriba abajo y luego, como si recordase que mi padre y mi hermano estaban también presentes, sonrió con una calidez tan fingida que lo único que despertó en mi fue frío. -Y con mi hermano, ni más ni menos.

Ahora atravesó a Athel con la mirada.

-Albert, mi guardia, fue quien descubrió la desaparición del pequeño príncipe -dije por enésima vez. -Me informó a mi directamente y yo di con Athel, puesto que...

-Puesto que -siguió él por mi, cortándome -estaba regresando a mis aposentos en ese mismo momento. También iban con nosotros Hilda y Albert.

-¿De donde venías? -Godric dijo. Sunniva gruñó sin decoro. Sacudí fuera de mi mente el recuerdo de ella haciendo el rito con mi madre y con los ojos teñidos de negro.

-Interrogarás a tu hermano después de que encontremos a Aaron -se atrevió a decir ella con odio. -Sigo sin comprender qué hacemos aquí encerrados. Deberíamos estar todos ahí fuera buscando a mi hijo y no discutiendo sandeces.

-Madre -advirtió Godric con desprecio. -hablaras cuando se te permita.

-Hablará cuando quiera, -bramó mi padre. Todos le observamos -puesto que es la reina.

Después de un espeso silencio, Godric le sonrió a mi padre con simpatía y Edward el grande pareció relajarse. Athel y yo nos obligamos a no hacer contacto visual.

-Los mejores cazadores y rastreadores están ahí fuera y darán con él -dijo con desdén el rey maldito. Luego miró a Albert, de pie detrás de mi -Vuelve a relatar lo que vistes.

-Voy a salir a buscar a Aaron mientras Albert repite la historia una vez más, hermano -espetó Athel exasperado. Se puso de pie haciendo chirriar la basta silla. Cen se levantó también.

-Iré contigo.

-Athel, -Godric inquirió -debes bajar a ver los pueblos vecinos y sus ganados. Eres mi consejero en primer lugar. No olvides eso y cumple tu deber.

El cazador le dedicó una mirada que si pudiese incendiar cosas, hubiese prendido el castillo entero en llamas.

-Encontraré a Aaron primero -le explicó en un murmullo grabe -y después bajaré a los pueblos vecinos a cumplir con mi tarea de consejero.

-Eres un hombre débil -Godric soltó una cruel carcajada y vi en el rostro y el porte de ambos hombres que iba a comenzar una autentica pelea. Albert, muy hábilmente, intervino entonces.

-Estaba cubriendo el turno de noche ante la puerta de la princesa Eda, mi señor -dijo -cuando el príncipe Aaron pasó correteando hacia fuera del castillo. Le seguí, temiendo por su seguridad al verle solo a altas horas de la noche y llegamos a la plaza mayor y perdí su pista. Creí que estaría bailando, pero entonces vi a... -una pausa, un carraspeo -un hombre arrastrarlo lejos del meollo. - Otra pausa más. -No pude seguirle la pista. Fue como si hubiesen desaparecido.

Habíamos creado la mentira mientras salíamos de la habitación de Athel unas horas atrás. No podíamos decirle al futuro rey, que en realidad habíamos estado allí fuera todos. Que mandamos a Albert al castillo con Aaron al ir al encuentro de Cyra y que una mujer, una bruja oscura, probablemente, se había llevado al chico después de dejar al guardia en el suelo debido a un golpe. Así se lo había encontrado Hilda.

Hiedras y Espinas - Parte unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora