Capítulo 20

30.2K 3.3K 699
                                    

Tom Rosenthal - it's OK


-ESTRELLAS ESPARCIDAS-

-'ღ'- 

De vuelta al presente, pestañeé. Mila ya se giraba, no me atreví a mirar de nuevo a su dirección. ¿Por qué había aparecido ese recuerdo? No entendía, pero cada día surgían más y cada día lograban que, de forma torcida, me sintiera de nuevo unida a él, aunque era totalmente absurdo.

Ya sentada, sin remedio, volteé hacia donde sabía que estaba, me miraba con fijeza, serio, con aquellas cejas tupidas cubriendo un poco de sus ojos que no soltaban los míos. Lucía contenido, enojado y... ansioso. Bajé la vista y regresé al maestro que ya tomaba asistencia, acomodando mis gafas. Qué estaba ocurriendo.

Mila garabateó toda la clase y me dolía saber la razón; Andreas no estaba interesado en ella, menos si Leo lo estaba, eso era algo que, aunque ya no lo conocía, estaba segura de que lo limitaría y alejaría de ella inevitablemente.

—Ey, ¿estás bien? —pregunté meneando un poco su brazo. Alzó la mirada, sonriendo con suavidad.

—Sí, es solo que...

—¿Desde cuándo? —quise saber, bajito. Resopló, sabía bien de qué hablaba, luego se encogió de hombros.

—Creo que desde el inicio —admitió.

—Lo lamento, Mila —solo dije. Sonrió de nuevo, negando.

—Nunca me alentó, es solo que... Es especial, ¿sabes? —murmuró casi sin voz. Mi pecho se oprimió porque el de ahora no me lo parecía, pero el de mi infancia, era el sol de cada una de mis mañanas. Pasé saliva, desviando la atención—. Quizá cuando lo conozcas más, me comprendas —dijo.

Entonces me di cuenta de algo importante, le estaba mintiendo. Andreas y yo le estábamos mintiendo a todos y eso me sacó de orbita durante unos segundos. Le sonreí sin agregar nada. Mila se encontraba abatida y no podía consolarla, no cuando se trataba de él.

El siguiente receso no lo vi en la cafetería. Yo, con el pretexto de que algo debía hacer en el auditorio, me escabullí, para ir precisamente ahí a esconderme un rato. Necesitaba distancia de todo aquello. Era urgente, mi mente era un caos.

Al llegar, rodeé la estructura con el afán de escabullirme por ahí y pasar unos minutos de silencio, a solas. Cuando volteé para cerciorarme de que nadie me veía, lo descubrí caminando, solo, con las manos en las bolsas de su pantalón. Pronto rodeó un muro que estaba cubierto por una espesa buganvilia. Lo seguí con cuidado, silenciosa. Entonces lo vi ingresar a un cuarto viejo, supuse que donde guardaban cosas que ya no servían.

Entré buscando no hacer ruido. Era una construcción larga, noté sin perder detalle, enseguida él salió de detrás de un mueble, arrugó la frente, desconcertado. Su expresión no era la que mantenía desde que nos volvimos a ver después de años, si no una desprovista de pose, una que lo mostraba vulnerable.

Me detuve al notarme descubierta.

—¿Qué haces aquí? —murmuró desconcertado.

Bajé la mirada, acercándome despacio, buscando no tropezar, estaba oscuro. Respiré hondo, ya estaba ahí, qué más daba. Me detuve a un par de metros agarrando valor.

—Te vi entrar...

—Preferiría que te fueras —pidió con crudeza.

—Lo sé —acepté clavando mis ojos en los suyos. Lucía tenso ahora, un tanto nervioso, me intrigó y no pude moverme—. Solo... ¿qué haces aquí? —quise saber entornando los ojos.

Lo que me une a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora