Capítulo 27

15.1K 2.2K 276
                                    

Troye Sivan - Postcard


-'ღ'- ALENA -'ღ'-

-EZEQUIEL-

Los vimos alejarse, nosotros y más compañero que se habían topado con el chisme, obviamente. Suspiré, luego busqué con la mirada a Andreas, me observaba, tranquilo. Le sonreí apenas sin saber muy bien qué hacer.

—Llegaremos tarde —solo dijo y avanzamos uno al lado del otro, silenciosos, pero cerca.

Un recuerdo, de repente, se abrió paso en mi memoria. Últimamente ya parecía ser una costumbre. Sin remedio me dejé ir.

Uno de mis compañeros me había quitado mi refrigerio. Tenía problemas con Andreas de un tiempo a la fecha, solían ser amigos o por lo menos llevarse bien, por lo que, el que en aquel tiempo era mi alma inseparable, no comprendía nada. Entonces, estábamos afuera, llevaba el emparedado que me había preparado mamá, íbamos en segundo de primaria, hablaba con mi grupito de amigas, reíamos.

Llegó Ezequiel, así se llamaba, y me lo quitó. Fruncí las cejas y me levanté furiosa e indignada. Últimamente, también, me sacaba la lengua, me hacía caras, me escondía cosas y ya me tenía harta, pero no le había dicho nada a la maestra.

En esa ocasión le exigí que me lo diera. Rio negando. Busqué a una maestra con la mirada, estaban lejos platicando entre ellas, viendo hacia otro lugar. Entorné los ojos.

—Dámelo —le advertí. Negó. Era grandote para su edad, yo solía ser medio flacucha, ya lo había mencionado, aun así, no me amedrenté.

—No —determinó y sin que lo viera venir, le dio una mordida. Abrí los ojos. Las niñas gimieron asombradas. Eso sí que no, era mi sándwich de Nutella, ni en sueños.

—¡Eres un tarado! ¡Qué te pasa! —grité y lo perseguí. No era tan rápido como yo y pronto lo alcancé, pero al hacerlo, noté que Andreas estaba ahí, frente a él, mirándolo molesto.

—Dáselo —exigió con su mirada oscura, pero en una pose desgarbada. Ezequiel rio.

—Noup —y entonces lo tiró al suelo, para luego pisarlo. Abrí los ojos de par en par.

—¡Era mi comida! —chillé sin dar crédito.

—Te daré mi lunch, vente, Aly —concilió Andreas, notando la tensión. Negué fiera.

—Claro que no, es tuyo.

—"Es tuyo" —arremedó el niño idiota—. Anda, defiéndela, Andy —lo instigó, entonces, de alguna manera, deduje que no era conmigo, lo había hecho para provocar a Andreas. Me acerqué a mi amigo, confusa.

—Voy por una miss —exclamé agobiada.

—No te hará caso así —escuché decirle Andreas a mi agresor. Me detuve. La expresión de Ezequiel salió de balance, pero luego lo empujó con fuerza. Grité, desconcertada.

—Está horrible, no quiero que me haga caso —refutó el niño destruyesandwiches, subiéndose en su cuerpo.

Me le fui encima, por la espalda.

—No lo toques —exigí histérica.

Enseguida llegaron compañeros.

—Claro que sí, por eso la molestas, por eso me molestas —siguió Andreas. Yo no comprendí muy bien de qué iba todo eso, pero entre ellos era evidente que se seguían el rollo sin problemas, lo cierto es que no desistí.

Lo que me une a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora