Inesperado (ShikaHina)

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Nota: Sé que podría haber sido mejor. Lo sé... (Cry)

Despegó sus labios lentamente de los femeninos y clavó su oscura mirada sobre ella. ¿Quién diría que Hinata Hyûga estaría entre sus brazos alguna vez? Jamás se le habría pasado por la cabeza.

Nunca pensó que se rendiría a sus encantos dulces, a sus curvas llamativas o que sus manos lo traicionarían más que su mente.

O que ella querría tocarlo a él de esa forma. Con sus pequeñas manos surcando su piel, su vientre marcado, llegando a sus ingles y tomándolo con una ternura que lo excitó más que volverle atrás.

Hinata Hyûga tenía más sorpresas de la que esperaba. Pese a que sus mejillas estaban ruborizadas y su piel brillaba con el sudor perlado, se sentó, completamente desnuda, sobre su pene, adentrándolo en las profundas maravillas de su cuerpo.

Y ella misma empezó a sentarse, a levantarse, meneando sus caderas en una danza que hasta el más vago como él quería corresponder.

La asió de las caderas y adoró sus manos posarse sobre su pecho. Su voz, escapándose de sus labios y llevando su nombre como en una ensoñación.

—¡Joder, sí!

Nunca había sido de expresarse en el sexo. Eso era loco y perturbador de alguna forma. Pero con Hinata era aceptable y hasta adecuado, porque su voz logró que lo apresara con más fuerza, como si fuera a exprimirle por completo. Como si esa danza primigenia le gritase de mil formas que él era el hombre adecuado para que su semilla la fecundara.

Al cuerno con eso. Al cuerno con lo demás.

Apretó los dientes con fuerza. Hinata sólo tuvo que sentarse dos veces más sobre él para que estallara y la bañara con su simiente. Hinata lo apretó como respuesta, dejándose vencer por su propio orgasmo.

Aún sin separarse, cayó sobre él, jadeante.

—Teníamos que haber hecho esto antes —murmuró—. Tsk, aunque habría sido problemático.

Porque ella moría los vientos por Naruto en aquel momento y él, aprendía que los senderos con Temari no era lo que quería.

Apretó sus nalgas y salió de ella, gruñendo ante la unión rota.

—Una vez más —dijo ella acariciándole la mejilla.

Eso iba a ser cansado. Pero por una vez, no quería ser más un vago.


El placer pecaminoso de una HyûgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora