—¿Ir a la arena?
Hinata miró a su padre sin comprender. Este estaba tras el escritorio de su despacho y daba golpecitos con el índice mientras asentía con la cabeza muy lentamente. Hinata no había visto ese semblante tan serio desde hacía años en él.
—He decidido que irás allí y conocerás a los dos príncipes. Te casarás con el que más te guste. Aunque preferiría que escogieras al hijo legítimo y no al bastardo que salió de este lugar.
Conocía los rumores y leyendas a cuenta de aquel país vecino. El rey había sido un bebedor que malgastó su simiente con muchos vientres y sólo reconoció a dos de ellos. El hijo de la que fue su esposa oficial y un bastardo que tuvo con una mujer viajera y cuyo nacimiento sucedió en su propio país natal y del que regía como princesa.
—Eso fomenta la unión entre los países y de escoger al hijo secundario, el bastardo, tendríamos a alguien que también nació en este país. Elige sabiamente, hija.
Sí, su padre le pidió que escogiera bien, pero jamás pensó que terminaría siendo tan dificil.
Cuando llegó, ambos hombres ya conocían todo de ella y no fueron sutiles a la hora de cortejar. Pese a que eran parcos en palabras, sus manos no. Y sacarle sonrojos pareció la afición favorita de ambos, hasta el punto de empezar a hacerlo en conjunto.
Hinata no podía asegurar si ambos se pusieron de acuerdo para aceptar los demás pasos, pero no tenía necesidad de esconderse a la hora de besar a uno o permitir que otro le hiciera descubrir placeres que ella misma jamás había experimentado.
E irónicamente, descubrió que ella misma ansiaba más y más y menos por separado.
Ambos príncipes se ganaron un puesto en su corazón con sus escasos detalles y palabras escuetas pero sinceras. Puede que en un principio ambos estuvieran jugando con ella, que quisieran averiguar cuál de ellos le gustaba más, pero al final, los dos caían a la vez en sus brazos sin rechistar siquiera por la presencia del otro.
Es más, era algo que se volvió necesario.
Sus besos, sus brazos rodeándola, el aroma tan diferente de ambos que cosquillea en su nariz e impregnaba su cuerpo.
Y cuando la barrera de la ropa se atravesó, cuando sus cuerpos necesitaban más calor, comprendió que unirse a ellos podría ser algo maravilloso, interesante. Una aventura de manos y piernas enredadas, de cuerpos encajando en posturas extrañamente placentera.
Y se repitió una y otra vez hasta que la carta de su padre llegó.
La abrió, sentada desnuda en la cama y con la sábana cubriendo las caderas. Ambos se sentaron para poder mirar con atención, pues el rey no había mostrado interés en todo ese tiempo por ella. Gaara a su izquierda y Sasuke a su derecha.
El rey reclamaba por una respuesta y deseaba su pronto regreso a su hogar.
No sabía cómo podría evitar todo eso. No podía elegir a uno sólo.
—Eso tiene fácil solución.
Sasuke fue quien la tomó de los hombros hasta echarla hacia atrás, tirando de la sábana hasta desnudarla por completo. Su cuerpo tenía marcas de besos y sus senos enrojecidos tras besos de pasión.
—Te irás de aquí embarazada de uno de los dos.
Gaara se acomodó, con su miembro rozando su cadera. El de Sasuke ya buscaba la fuente privada de su unión.
—No sabrán de quién de los dos es —continuó, penetrándola con brusquedad, con premisa, tal y como él era—. Gaara o mío.
Gaara la tomó de la mano para llevarlo hasta su miembro. Sus dedos rodearon y su palma acarició.
—Y podrás casarte con los dos —terminó Gaara antes de morder su oreja.
Hinata no quería protestar, ni siquiera podría hacerlo de hecho. Su cuerpo oscilaba contra Sasuke, lo recibía y como si algo primitivo se despertara en ella los pensamientos rugieron en su cabeza.
Quería eso. Lo quería más que nunca.
Primero uno y luego el otro. Ambos vertiéndose en ella.
Tiempo después, regresó. No fue esa la única vez que ambos la amaron improvisadamente.
En poco tiempo, las señales de su embarazo fueron evidentes. El rey no aceptaba que su hija hubiera actuado de ese modo, pero el reino vecino reclamaba tanto a la madre como la criatura. Cedió.
De aquella unión nacieron dos niños.
Y nadie podía negar quién era el padre de quién*.
Y así, la princesa, no tuvo que elegir.
*: El caso de embarazos por dos hombres es verídico. Así que básicamente esta frase indica que cada niño se parecía en algo a su padre biológico.
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El placer pecaminoso de una Hyûga
Romance(HINATA HAREN, YAOI, YURI Y POLIAMOR INCLUSIVE). Hinata es dulce, inocente, algo torpe y tiene un cuerpazo para muchos. Para otros, es un pecado que va directo a la parte libinosa de su cuerpo. ¿Conocen ese dicho de que las tímidas las matan calland...