Parte 01: Lan Huan

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Es una noche de primavera cuando lo dice.

Los jóvenes se detienen a mitad del camino a la posada. Lan Huan lo hace simplemente porque le llama la atención la misma actividad. Un grupo de actores ambulantes realizan una sensible obra de teatro y todos alrededor parecen disfrutarla. Ha pasado mucho tiempo desde que disfrutó de un acto callejero de esa índole y su corazón se estremece ante la posibilidad de retomarlo. Es agradable, la música acompaña el drama y los actores se esfuerzan en sus maquillajes y atuendos. Se detiene complacido admirándola.

Wanyin se encuentra a su lado, distante y serio con sus brazos cruzados. Esta cacería nocturna se ha alargado más de lo previsto por la poca información que recibieron de antemano. Pero Wanyin no está enojado, su ceño fruncido es el habitual, el que usa para mostrar desinterés fingido. Lan Huan ha empezado a notar cada diferencia en ellos, siendo capaz de interpretarlos como con los gestos de Wangji.

Los actores continúan con la presentación y los jóvenes cultivadores siguen prendidos en la escena. Cuatro años atrás, Lan Huan no hubiera imaginado estar en una situación así. Sumido en la desesperación de su reclusión, llegó a creer que no volvería a hacer él mismo. Que afortunado darse cuenta de que el ser humano puede salir del hoyo más profundo cuando ha llegado al final del abismo y conseguir las fuerzas para reconstruir en medio de las cenizas. Tres años le tomó rearmarse y sentirse de nuevo sobre sus pies, un año más conseguir el espacio en este nuevo mundo. No es el mismo Zewu-jun, eso lo sabe, pero empieza a sentirse cómodo bajo su nueva piel.

—¿Deberíamos decirles que continuemos? —De todos modos, recomienda. A pesar de haber caminado durante horas, Wanyin solo necesita ver los ojos entusiasmados de su sobrino, el actual líder de secta Jin, alto como su padre, para llegar a una respuesta.

—Esperemos. Esos mocosos parecen que no han visto nunca una caravana de actores ambulantes.

—¿Cuándo fue la última vez que viste una?

—Ya ni recuerdo.

—¿Y la obra que representaron?

—No preste atención. —Wanyin arruga su ceño. Lan Huan le sonríe—. Estaba ocupado entrevistando a los aldeanos para saber el lugar exacto donde los ghouls de agua atacaron las embarcaciones con las cosechas de arroz.

Lan Huan tararea en reconocimiento y vuelve su atención a la obra. Oh, qué dramático, la doncella se arroja sobre su amado, quien ha perdido los ojos debido al malvado cultivador demoníaco. Escucha de lejos al heredero de Baling Ouyan suspirar, sin embargo, permanecen para ver el final del drama y se sorprende cuando ve que la doncella entrega sus ojos a su amado y luego, ciega, escapa para vagar por el mundo. Finalmente, el malvado cultivador la engaña y todo termina en tragedia.

La gente tiene una fascinación particular por la tristeza, Lan Huan mismo se reconoce como parte de ella. Es agradable cuando sus sentimientos son tocados por ficciones tan entregadas, dramáticas e intensas que le permiten llorar. Sentir el ardor de la traición, del miedo, de la rabia a través de personajes es embriagante y su extensa biblioteca de poemas y cuentos dramáticos es fe de su fascinación. No es como el dolor real: no es como la piedra ardiente que estuvo en su corazón durante años, o el vacío que queda, tan lacerante y desolador, que tuvo después. Es quizás el regalo de la tragedia: que puedes desconectarte con solo volver tu mirada. Lan Huan no puede hacer eso con el dolor real.

Hay jóvenes llorando y Wanyin rueda los ojos hasta lo imposible, antes de dar un paso al lado y ordenar que todos continúen con él. Lan Huan escucha la discusión de los chicos a sus espaldas, asegurando que la obra era una interpretación de la vida de los dos cultivadores errantes que conocieron en la ciudad Yi y fueron víctimas de Xue Yang.

El niño de mis ojos (MDZS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora