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Habían pasado cinco días desde que Esme estaba en su nuevo cuarto y todos los días habían sido lo mismo. Desayunaba, comía y cenaba en el gran comedor, se bañaba todos los días y en la noche se iba a la cama pensando en que estaría haciendo si estuviera en su casa, el único día diferente fue el jueves cuando llego un hombre con muchos papeles para que firmara y ahí se dio cuenta que el Señor ya tenía su florería operando para el.

Solo pensaba en cómo estaría manejando esto su madre y como se lo dijeron. Cada noche le hablaba al techo pensando que su madre la estucharía y le pedía perdón entre lágrimas por todo el desastre que estaba causándole.

Una de las cosas buena era Elena, la señora se había convertido en su única amiga y siempre estaban hablando de la casa, los muebles ya saben pequeño detalle que había ahí Elena se lo explicaba, le mostró cada rincón de ella, tardándose casi dos dias en verla por completo.

—Yo llevó 10 años trabajando aquí.
—Como llegaste?– Ambas estaban sentadas en la cama.
—Mi vecina me platicó sobre el trabajo, diciéndome que su patrón necesitaba sirvientas para su casa y como ella ya se jubilaría. Nunca mencionó que era la casa de un mafioso, hasta que llegue a la casa y me dieron el trabajo, ahí fue donde supe todo.
—Me imagino que se molestó con su vecina.
—Si pero luego comprendi que ella solo quería su libertad.– Dijo con tristeza Elena.
—De que habla?
—Cuando comienzas a trabajar aquí te quedas para siempre, Ágatha llevaba aquí más de 20 años, cuando cumplió esa cantidad el Señor le dijo que si conseguía a un equipo nuevo ella podría irse y eso fue lo que hizo.
—Ustedes no tiene permitido irse de aquí? Nunca?– Esme estaba asombrada.
—No, tenemos nuestros cuartos y estamos en esta casa cada día, solo tenemos permitido enviar dinero y cartas a nuestros familiares y hay una persona que va y lo entrega.
—Ahora Ágatha es libre.
—Eso pensó pero el día que iba saliendo de aquí desapareció. Fue muy obvio que no la dejarían volver a su vida cuando había visto tantas cosas, pero cuando te dan la esperanza de algo te aferras a ello u eso hizo ella.
—Entonces, nadie sale de aquí vivo.
—Así es mi niña.
—Y no tiene miedo?
—Cuando Ágatha me hablo de este trabajo yo estaba a punto de ser echada de mi casa por no pagar, sin familia y amigos que me ayudaran, ella había vuelto a su casa por unos días, los demás vecinos decían que se había cambiado de ciudad, supongo que al verme como alguien vulnerable se aprovechó de eso. Yo no tengo a alguien que espere por mi.– Elena se puso triste y Esme se acercó a abrazarla. Ambas estaban prácticamente en la misma situación, ella correspondió el abrazo.– Pero basta de tristezas y ya le serviré la cena.

En 10 minutos Esme bajo y cuando entró al comedor ahí estaba Él, con un traje completamente negro, el cuello de su camisa estaba desabotonado y sobre la mesa estaba la corbata también negra indicando que se la acababa de quitar. Sus ojos se posaron en los de Esme y ella no sabía si correr a mi su o ir a la mesa.

—Supe que has estado comiendo aquí y decidí hacerte compañía.
—No es necesario.– Torció su boca y su mirada fría salió de nuevo.
—Siéntate.– Era una orden, el tono de su voz era demandante.
—Vine a informarte que todo va bien con tu negocio, eso si, tu mamá se volvió loca cuando mis hombres llegaron ahí pero al final todo salió bien.– De nuevo el pánico entró en Esme y comenzó a sentirse mareada.– Antes de que te desmayes otra vez, tu mamá está bien, no le hicieron nada solo se le explicó toda la situación. Te di mi palabra de que todo estaría bien si aceptabas y yo cumplo con mis promesas.
—Gracias...Señor.
—Sabes? Ahora somos socios y creo que deberías de llamarme por mi nombre. James.
—Esta bien, James.– Un buen nombre para un mal hombre pensó Esme.
—No vas a comer?– Apuntó con el tenedor al plato de Esme.
—Se me fue el hambre.
—Es de mala educación desperdiciar la comida, no sabías?
—Si, pero ya te dije que no tengo hambre.

James se puso de pie y en menos de un segundo jalo el cabello de la chica hacia atrás y la miro a los ojos.

—La comida no se desperdicia.
—¡Suéltame!.– Esme le gritó con sus ojos ya rojos.
—Cométela o te la meto yo a la boca.
—Metemela.– Rápidamente se puso de pie para pegarla a la pared aún jalando su cabello.
—Te di la mano, no abuses estupida.

Soltó su cabello y se fue a sentar de nuevo para seguir comiendo como si nada malo hubiera pasado, le hizo una seña para que me sentera a comer. A Esme le sorprendía como su humor se volvía oscuro en un segundo y al otro se esfumaba por completo.
Las lágrimas caían por su rostro pero eso no pareció afectarle en lo más mínimo, después de un tiempo en silencio, la señora Emily entró al comedor.

—Señor, ya están aquí las chicas.
—Súbelas a mi cuarto.– Se puso de pie y volteó a ver el plato.

Cuando salió del comedor Esme se puso a llorar de una manera dolorosa por el maltrato y la humillación que recibió de su parte pero no sabía porque le sorprendía de un hombre que mataba a cientos de personas cada día. Pasó una hora y Esme por fin dejó de llorar y ya se estaba poniendo de pie para irse a su cuarto cuando una mujer con unos enormes pechos y trasero entró al comedor con solo una bata encima.

—Donde está la cocina? Tengo sed.
—Búscala.– Le contestó Esme con coraje:
—Eres la servidumbre? Porque ese trato no está bien para la novia del señor.
La pelirroja siguió buscando la cocina y ahora tenía más coraje hacia ese hombre, el estupido teniendo sexo don una chica tan buena y Esme conteniendo todo dentro de ella.

Se fue a su habitación para meterse en la cama. Los recuerdo de Peter y ella cogiendo le inundaron la mente y un calor entro en su cuerpo, automáticamente sus dedos se fueron bajando por el estómago e hicieron a una lado el calzón que traía puesto.
Peter besándole el cuello y clavando sus uñas en su espalda, cuando jalaba su cabello y ponía sus manos alrededor del cuello.

Sus dedos sobaban los labios de arriba hacia abajo de forma lenta y el recuerdo de Peter entrando en ella de la forma más fuerte hizo que su dedo se fuera al clitoris para masajearlo en circulos, sintió que estaba sudando y se quitó la cobija. Seguía dando círculos y su corazón se aceleró haciendo que también acelerara su ritmo, bajo sus dos dedos y los metió de una dentro de ella, entrar y salir, entrar y salir, los gemidos no se detenían...

—Tal vez los míos puedan ser los próximos en entrar.

Levantó la cabeza y unos ojos azules oscuro no dejaban de verla, sacó mis dedos de un jalón y un pequeño gemido salió de su boca y su cara se puso roja como nunca antes y tomó la cobija para tapar su cara.

Líderes -Bucky Barnes-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora