Chapter 10

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La respuesta de Ginny flotaba en el aire, se sentía en cada rincón del departamento y de su cuerpo. Era tan clara y se plasmaba en la convivencia con Harry de hace poco más de tres semanas. Pasaron juntos las navidades, festejaron los tres como verdaderos niños. Indudablemente aquella navidad sería inolvidable para Ted, Ginny y Harry, y posiblemente para Homero también que como nunca su plato rebosaba en alimentos poco habituales para un perro. Ya casi no habían discusiones entre ellos y cualquier mal entendido terminaba con una gran reconciliación en la cama y Harry ganaba, y ese premio era dulce, exasperante, único, glorioso, pasional, un poco molestoso a veces, pelirrojo y de piernas largas, candente e irrefutablemente tierna. Ese premio en su vida era Ginevra Molly Weasley. Harry se daba el tiempo de inmortalizar cada detalle que ella le regalara. Se perdía analizando los movimientos de la pelirroja y memorizar sus gestos y gustos. Por ejemplo, Ginny amaba a un cantante Muggle que se dedicaba a entristecer a cuanta persona escuchara su música que solo hablaba de amores prohibidos, de pérdidas, infidelidades, de la soledad acompañada. Él ya sabía que a ella le gustaba el té solo con un poco de limón, la adoración por el chocolate era casi enfermiza. Era fans del deporte muggle más precisamente del fútbol y era seguidora del Chelsea. Le encantaba el Tequila y debía dormir un día en la semana hasta el medio día para ser un ser humano decente el resto de los días... y en ese momento en que la observaba fascinado jugando con Ted en el suelo de la sala mientras él permanecía setado en el sofá. Cuando los escuchó reír se convenció que solo necesitaba de esas personas para ser profudamente feliz. Es que solo con ellos experimentaba la felicidad, nada más necesitaba de ellos dos para vivir, para tener la fuerza suficiente y vivir plenamente. Esa mujer que reía mientras le hacía cosquillas a Ted y ambos reían, era su complemento, era lo que faltaría siempre en su vida. Su pelirroja, su amor, su princesa, la única mujer que podría ser su esposa, la madre de sus hijos... su Ginny. Jamás podría olvidar lo que era hacerle el amor, sentir el torrente de emociones fluir por su venas cuando la escuchaba gemir, cuando entre suspiros ahogados decía su nombre y pedía por más. El momento que compartían después de la entrega era incomparable cuando él la aferraba a su cuerpo y la besaba dulcemente y ella le devolviera una sonrisa plena y sumisa, su mirada se regalaba con la de su mujer el tiempo que permanecieran despiertos. Ella era felicidad, su felicidad absoluta y exquisita. Pero esa dicha se evaporaba cuando recordaba sus once años de soledad y eso siempre ganaba... la carcajada contagiosa de Ginny lo sacó de su ensimismamiento. Contempló con una dulzura que solo ella sacaba a flote en él, la amaba de una forma insólita, de una forma en que a veces lo abrumaba y sin embargo ahora ese amor solo era ternura. Ted se levantó dando saltitos impacientes y corrió hasta el baño, seguido de Homero.

― ¡Solo tardo quince minutos! ― Exclamó Ted desde dentro del baño. Harry y Ginny soltaron una carcajada. Cuando ella logró incorporarse se apresuró en sentarse al lado de Harry depositando ambas piernas sobre las de él. Se miraron y sonrieron, entonces ella acortó las distancias y lo besó. Harry depositó una mano en la mandibula de la mujer dejando que ella apoyara su cabeza en el brazo extendido de él sobre el respaldo del sofá. El beso era lento, apasionado y profundo. El rostro de Harry estaba ladeado sobre el de Ginny casi en ángulo.

― ¿Por qué eres tan dulce? ― Suspiró ella con los ojos cerrados acariciando su nariz con la de ella, él solo sonrió y volvió a besarla suavemente. Ella también sonrió. ― ¿debemos aprovechar esos preciosos y valiosos quince minutos? ― Murmuró. Harry sonrió y asintió. Ginny subió sus manos hasta el rostro de Harry lo acarició mientras sus ojos penetraban los de Harry y lo besó una vez más. Él sabía que para su orgullo pedirle a Ginny que se quedara más tiempo con él y con Ted había sido un garrafal error, pero tambén sabía que para él era vital sentir a Ginny, besar sus labios, tocarla, vivirla, amarla. Después del último plazo ya no habría más corazones blandos y ella simplemente debía tomar sus pertenencias y largarse. Y era por eso que quería aprovechar cada segundo de Ginny, para amarla, besarla o solo observarla. Necesitaba coleccionar más recuerdos de su mujer cuando ella no estuviera directamente implicada en su vida. Y el panorama que se le avecinaba sin su mujer era desolador, aunque le costara acostumbrarse otros once años mas no cambiaría por nada ese momento. ― Harry... ― Resopló, ahogada de ese beso. Ella lo miró a los ojos y él sonrió. Aquel magnífico roce seguía abrazándole el alma ― vaya Potter, debo admitir algo ― Harry se limitó a sostenerle la mirada mientas el dorso de su mano izquierda acariciaba la mejilla de la mujer ― Jamás me cansaría de besarte esos maravillosos labios que tienes ― Harry esbozó una sonrisa de autosuficiencia ¿cómo y cuándo iba a aprender a olvidar esa frase? ― ese halago merece otro, ¿no? ― Él la miró intensamente.

Atado a tiWhere stories live. Discover now