33 | La fatalidad de la mina

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33 | LA FATALIDAD DE LA MINA

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33 | LA FATALIDAD DE LA MINA

El pozo en el que habían estado sentados alrededor estalló por los aires. Cuando abrió de nuevo los ojos, el cuerpo de Teo se sentía adolorido y la guardiana sintió un agudo pitido en sus oídos que le provocaba un grave dolor de cabeza. Tapándose ambas orejas con sus manos, desde el suelo, buscó desesperadamente a Shaun con la mirada. Y allí, a algunos metros, yacía el cuerpo del muchacho sobre el suelo; parecía muerto. Gritos de desesperación, gentes corriendo de arriba hacia abajo, llantos, fuego y destrucción era lo que invadía el ambiente.

De repente, la calma que había reinado había desaparecido de un momento a otro.

Con gran esfuerzo, Teodora consiguió reincorporarse. Sintió un agudo dolor en el costado cuando con las manos se apoyó al suelo para impulsarse, pero lo ignoró. Cuando por fin se mantuvo en pie, caminó con esfuerzo, con el sudor y sus ropas sucias hacia Shaun. No le importó verse las manos manchadas de su propia sangre, lo único en lo que podía pensar era en Shaun que yacía inconsciente sobre el suelo. Dejó caerse a su lado sobre ambas rodillas sintiendo mil dolores al hacerlo y acunó la cabeza del elfo entre sus manos, sobre sus piernas. La cabeza ligera, moribunda, los ojos cerrados y el cuerpo muerto; no reaccionaba.

—Shaun. —Ahora entre lágrimas, trataba de despertar al elfo—. ¡Shaun! ¡Shaun, por favor! —Removió a su compañero con desespero y apoyó entonces su oído sobre su pecho. Una pizca de esperanza: su corazón aún latía. La guardiana alzó la cabeza para pedir ayuda, pero todos estaban tan inmersos en su propia desesperación, corriendo de arriba abajo, que era inútil—. ¡Shaun! —Lloró; de sus ojos brotaban mares—. Shaun, vamos, tienes que despertar. —Apoyó su cabeza sobre el pecho del chico—. Shaun. —Sollozó. Al ver que el elfo no reaccionaba, se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y trató de ponerse en pie, agarrando con esfuerzo al elfo por un brazo dispuesta a llevarlo con ella; fuera como fuera.

—¡Teo! —Una voz se alzó entre el desespero del pueblo. Cuando se giró, Ethan se acercó a ellos. Lo acompañaban Amira y Tom, que se acercaron con desespero—. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —Ethan tomó a Shaun del brazo de la guardiana y cargó al elfo sobre su espalda. La fuerza del guardián sería de mayor ayuda.

—Sí, estoy, un poco... —Teodora empezó a sentirse mareada y su vista se nubló. Después del esfuerzo, cuando su cuerpo pareció relajarse, sintió un leve ardor en la sien y se tambaleó.

—¡Teodora! —exclamó alguien a su lado. Lo último que sintió fue cómo alguien la sostenía antes de que cayera al suelo.

Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontró con Shaun sentado a su lado, agarrándole la mano y posando los labios sobre ella. El elfo tenía un par de suturas en el rostro y ya no parecía el mismo cuerpo que Teodora vio en el suelo; estaba vivo.

—Shaun. —Pronunció su nombre y trató de reincorporarse, pero Shaun la detuvo y la empujó levemente de los hombros hacia la cama donde reposaba.

—No, Tom dice que no es bueno que te reincorpores tan de prisa.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraWhere stories live. Discover now