Capítulo 1

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 En la vida todo sucede por algo. ¿Están de acuerdo conmigo? las casualidades en la vida no existen, bueno, en éste momento las cosas estaban sucediendo por algo, no era casualidad que nada me importará, tampoco lo era que iba a reprobar por segunda ver el curso. Mis padres de seguro me darían una charla, harían el dúo de pareja perfecta y sólida, como siempre hacían, dirían que estaban muy decepcionados para hacerme sentir mal, cosa que no lograban, lo típico.

–Laura, no puedes hacer esto –mi mejor amigo, Michael, me suplicó –,solo tienes que estudiar un poco y podrás pasar el curso.

Alcé mi ceja derecha y lo miré con incredulidad. Sus ojos color chocolate me miraron expectantes, lo observé por unos segundos, desde su piel pálida hasta su cabello rubio. Él a simple vista podría ser la clase de chico que tiene a todo el ámbito femenino a sus pies, pero Mike no era así, estaba el pequeño detalle, ese detalle que nos unió, y es que él es gay.

–Ya discutimos esto–susurré en voz baja para no atraer a los curiosos–.Dejaré el Instituto y trabajaré.

Rodó los ojos y se concentró en el profesor, dando por terminada la conversación al parecer. Lancé un bufido y le imité, como estaba en pleno aburrimiento me dediqué a analizar al hombre que me condenaba día a día con malas calificaciones, lo peor es que éste profesor es todo un amargado.

Gabriel Jones es joven, tiene veintitrés años, era guapo y profesor de Instituto, todo lo que una alumna adolescente desea. El problema era su actitud y expresión de amargado, su voz es más agria que un caramelo ácido. Nunca me llevé bien con él y lamentablemente era nuestro tutor de clases.

–Alumnos ahora diré los nombres de las personas que tendrán que recuperar el curso –Siento su mirada puesta en mí, rodé los ojos.

Tomó una lista, sus dedos eran finos y largos, perfectos.

Podríamos compararlo con un dios griego (eso hacían mis compañeras de clase) que patético.

– Jefferson, Hidalgo –su voz era agria como siempre. Recordé la película de Ralph el demoledor, en donde uno de los personajes era un caramelo agrio, sin dudas ese era Gabriel Jones. Comencé a reír ante mis ocurrencias, ganando una mirada de total enfado por parte del profesor. Luego de eso siguió con una serie de apellidos de los cuales no sabía ni su existencia –,por último, quiero que la señorita Mitchell se quede conmigo unos minutos después de clases. Tenemos que hablar de unos temas.

Asentí con la cabeza en su dirección al escucharle, luego bajé la vista hacia mi libreta, la cuál ésta llena de dibujos y garabatos sin sentido alguno.

–¿Qué será lo que tiene que decirte? –Preguntó Mike.

Lo ignoré, pude ver por el rabillo del ojo como hizo un puchero con sus labios. Dios que infantil.

De un momento a otro sentí como uno de mis pechos fue apretado, chillé por lo bajo, el muy maldito me había tocado un pecho.

Lo fulminé con la mirada pero no abrí mi boca, al parecer mis atributos de ganaron el título de "públicos" (algún día les contaré esa historia).

Busqué mi celular en el bolsillo de mi chaqueta gris, lo saqué con maestría y desbloqueé la pantalla sin que el amargado del profesor lo noté. Miré la hora, solo faltan veinte minutos para que el día escolar llegue a su fin.

Sentí como alguien tocaba mi hombro, lancé un bufido ya que odiaba que me hagan ese tipo de cosas, de seguro era un chico de una noche, así que no ignoré por completo y volqué la atención a la pantalla de mi celular.

Miré hacia el escritorio del profesor por unos segundos, estaba vacío, de seguro salió del salón de clases cuando estaba distraida . No le di importancia y comencé a leer los mensajes del celular, solo son cinco y todos de mi madre, ésta me avisó que no vendría por mi a la salida. Genial, tendré que volver caminando, odio hacerlo, pero bueno, sé muy bien que no puedo hacer nada.

Sentí otra vez el toque en mi hombro, ¡Dios, ¿no entienden que lo estoy ignorando? !. Cerré mis ojos por unos microsegundos, la clase esta en absoluto silencio, y eso se me hace muy extraño ya que siempre son ruidosos y molestos, cansada de que piquen mi hombro me giré para decirle unas cuantas palabras, las cuales no serán muy bonitas a la persona que requiere mi atención.

–¡¿Qué diablos quieres?!–pregunté girando la mitad de mi cuerpo. Unos ojos grises me recibieron con toda la frialdad del polo norte, tragué saliva, justo lo que me faltaba. Acabé de gritarle a Gabriel Jones, el hombre por que las mujeres suspiran y mojan su ropa interior.

–Entregué ya mismo su teléfono móvil señorita –pidió extendiendo su mano. Reprimí el impulso de lanzar un bufido y se lo di–.Recuerde quedarse después de clases. Tendremos una charla y será muy larga.

Con su típico semblante aterrador avanzó hasta su escritorio y se sentó en su silla. Abrió el primer cajón de su escritorio y tiró mi amado celular dentro de el.

¡No!.

Maldito. Cada día lo odio más, desde el año anterior me hace la vida imposible. Además de que siente un odio hacia mí amada persona por reprobar su curso una vez.

Cuando la campana sonó dando por finalizada la hora todos comenzaron a salir, Mike se limitó a regalarme una sonrisa para luego salir por la puerta a toda prisa...idiota.

Cuando el salón de clases se vació por completo, el profesor cerró la puerta y se giró hacia mí con su mirada amargada. Mojó sus labios con ligereza, mis ojos bajaron hasta ellos, eran gruesos y apetitosos. Borré ese pensamiento de mi mente y me senté sobre una de las mesas.

Se sentó cerca mío y lanzó un suspiro cansino.

–Bueno, tenemos que hablar sobre tu comportamiento y de tus notas.

Sonreí y pasé la lengua sobre mis labios secos.

–Entonces ésta conversación llevará mucho tiempo profesor Jones.

Trato hecho profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora