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Luego de horas en la comisaría, tirados en el suelo, luego de que el ruido se hiciera silencio, luego incluso de que el caos cediera y se hiciera la paz, Gordon y Toni se levantaron, después de todo, ambos tenían lugares a los que ir. Gordon debía seguir trabajando y Toni... Toni no lo sabía. El castaño acompañó al rubio hasta la salida de la comisaría, donde ambos se despidieron. Un abrazo surgío por voluntad del italiano, sus emociones de incomodidad y amabilidad mezclándose para dar como resultado una risa sincera, una risa de alivio, agradeciendo al mayor.

Gordon se sintió como un okupa, pero de igual forma permitió al más bajo despedirse de la forma que quisiese.

Toni se alejó de la comisaría a pie, aunque no por mucho, porque cuando estuvo lo suficientemente lejos de la comisaría, se dedicó a buscar un auto que tomar prestado para ir al casino. Quería ahogar sus penas con el sonido de la ruleta girando, el sonido de música para atraer dinero en sus airpods, gente jugando al blackjack, perdiendo dinero... No había nada mejor que hacer. Quería pegar los pedazos rotos de su alma con un poco de ese vicio que le devuelve la vida, que le hace sentir tanta adrenalina como cuando huyó de la prisión, o como cada vez que logró huir exitosamente de la policía. No es un ludopata, se repite, porque él si puede detenerse, él sabe cuándo detenerse... Es solo que no quiere. Carlo sí que era un ludopata. Después de un rato buscando un móvil y no hallarlo, pensó en irse a pie.

Pero no pudo, se quedó.

No porque quisiera quedarse parado en frente de una calle plagada de tiendas como un niño perdido, sino porque su teléfono comenzó a sonar. Conway le estaba llamando. No era usual recibir mensajes o llamadas suyas, no era algo que esperase que sucediera, y sucedió.

'Mándame tu ubicación.'

No preguntó cómo estaba, no saludó, era una orden directa. No puede decir que le sorprende la orden, ya que gran parte de sus interacciones vienen con ese tinte de superior-subordinado, es solo que no entendía para qué podría querer verlo hoy, en su día libre. Nunca se ven en sus días libres, no se llaman, no se escriben, no dejan recados con otras personas. son días en los que son libres el uno del otro.

Cortó la llamada inmediatamente y le envió su ubicación. No valía la pena hablar de nada, ni pregúntarle por su día o sus ideas, dado a que se verían en algunos minutos y ya tendrían tiempo parra hablar. Que le sigue resultando extraño. Cada vez que están cerca, Conway actúa como si retuviera furia y rabia, violencia y veneno. Sabe que es en parte por el estado psicológico de Gustabo. Nunca fue el más estable, y se le notó cuando lo vio por una última vez.

Esperaba fuera de un badulaque, paciente, preguntándose, ¿Ahora qué? ¿De qué podría hablar con Conway? ¿Qué podría esperar de él? Sí, no es usual verse en sus días libres, pero no necesariamente tiene que pasar algo, o querer decirle nada. Quizás solo quiere verlo. Un coche frenó frente a él. Un mitsubishi negro perlado, tan brillante y limpio como siempre, y si no supiese que se trataba del auto de su compañero, creería que algún extraño sintió lástima de verlo parado observando sus pies mientras piensa, envuelto en la humedad de la noche londinense. El clima se calmó un poco de la lluvia que, al parecer, se desató por la tarde, pero la humedad no se marchó, en su lugar, se transformó en garúa. Los golpes de las pequeñas gotas en su piel le hacían cosquillas, no se sentían frías. Le gusta más ese tipo de lluvia, que las lloviznas pesadas. Levantó la vista del suelo y la parte inferior de las puertas del auto, para poder observar al conductor. Allí, dentro del precioso coche, puede observar a un hombre de cabello negro... Gris oscuro? Negro canoso? No logra distinguirlo, pero sabe perfectamente de quién se trata.

Subió al vehículo sin previamente decir una sola palabra, temiendo la actitud del contrario, se veía como la calma antes de la tormenta. Como la misma garúa. Jack Conway sí que debe ser alguna clase de ciclón, una fuerza natural imparable que destroza todo a su paso. Todo es tan silencioso que temió que aquel fuera su fin, resultado de su paranoia, no había razón por la que Conway debiera sospechar de nada, no obstante, su mente lo traiciona. Nunca sospechó de nada, ni cuestionó sus actitudes ni celebró sus exitos. Nada. No obtuvo reacción alguna de él.

Cry, little boy.⸻ TonwayWhere stories live. Discover now