10

760 108 24
                                    

Toni olvidó de un pequeño detalle que siempre olvida.

No puede confiar en nadie.

Todo salió a pedir de boca.

El comisario le cedió seguridad, incluso lo refugió en su hogar, sabe que a pedar de que no es el primero en estar allí, todavía puede aprovechar.

Aún teniendo en cuenta la seguridad, no pueden evitar que la mafia corrompa a cuanto alumno y cadete se le ocurra, no pueden impedir que conociesen gente, es como tapar el sol con el dedo.

No sabe si es paranoia precisamente, o si sentirse vigilado todo el tiempo era algo normal, según Gordon así era.

Le sugirió tomarse un pequeño receso de sus labores como agente del servicio secreto, y como oficial del MPS en general.

Le explicó que era normal sentirse así, aunque era más común en novatos que en agentes con trayectoria.

Pero en general intentó que se sintiese cómodo y a gusto en su hogar, trató de que jamás se sintiera solo.

Una cosa es cierta, Gordon le aclaró que una vez resuelto el tema del disparo, tendría que comenzar a asistir con una psicóloga, esto ya no lo decía en calidad de comisario, sino como el jefe de asuntos internos, y como amigo suyo.

Por otro lado, la mafia planeaba la caída del capo.

Si bien en un inicio quisieron creer que se había tratado de una broma, una de muy mal gusto, esa excusa para convencerse no les duró mucho.

No podían creer que el italiano que creyeron haber mantenido bajo control, aquel que les creía cada pequeña y estúpida historia, ahora estaba en su contra.

¿Qué estaba pasando?

Quizás le estaban llenando la cabeza, quizás él mismo comenzaba a notar cosas, quizás era simplemente el destino, el tiempo poniendo cada cosa en su lugar.

Ellos tampoco podían actuar como las victimas, hace tan solo días estaban planeando cómo deshacerse del menor, una forma de salir limpios del desastre en el que creían que Toni los había metido.

Sabían que tenían que matarlo.

De la misma forma que mataron al Gambino menor, o tal vez de una forma menos... Sádica, después de todo, el rubio siempre los había considerado sus amigos, distinto de su hermano.

Quizás le darían una muerte pacífica por los viejos tiempos, por las risas que solían sacarse y por todo el dolor que enfrentaron juntos, en honor a lo que fue, en honor a lo que pudo ser.

Actualmente no podían hacer ni una sola cosa en contra del agente.

Estaba más que vigilado.

Sea en la calle, lo siguen como perros a su dueño.

O el hogar del comisario, allí vigilaba el jefe. Tenía el perímetro rodeado, policías en las puertas, policías en cada esquina.

Por ahora, el hogar era inexpugnable.

Eso mantenía al comisario aliviado.

Al menos por un tiempo, un pequeño momento en el que podía relajarse y pensar, desestresarse, no porque el menor lo estrese, simplemente era el hecho de que Garcia había disparado a dos integrantes de la mafia, no solo dos integrantes, específicamente aquellos que él mismo había calificado como peligrosos, aquellos que él sabía, eran los jefes.

Así que en sus manos pendía la seguridad de un agente que, sin pensárselo, disparó, a consciencia, a dos mafiosos, a dos JEFES de la mafia.

Lo malo no era tener que cuidar y vigilar al contrario, lo malo era tener que explicarle a su padre cómo es que su hijo estaba herido de bala, que se encontraba hospitalizado y que los causantes de ello eran la "mafia de aficionados".

Cry, little boy.⸻ TonwayWhere stories live. Discover now